miércoles, 31 de diciembre de 2008

LA NUEVA AMENAZA: LA DEFLACIÓN

La inflación está bajando tanto que la nueva amenaza es ya la deflación. Y éste es el peor enemigo para un mundo con su economía en crisis.
Pero, ¿qué es la deflación? Es una caída de los precios en el conjunto de la economía que se prolonga durante varios períodos (al menos dos trimestres según el Fondo Monetario Internacional). Se excluyen, por tanto, las caídas de precios en sectores concretos o que se produzcan de forma puntual. La deflación es el movimiento contrario a la inflación.
Pero es necesario no confundir deflación con desinflación. Esta última se define como una desaceleración de los precios (los precios siguen creciendo pero a un ritmo menor), y la deflación implica tasas de variación negativas del IPC.
La deflación se produce cuando la oferta de bienes y servicios en una economía es superior a la demanda. Este desajuste puede darse por una insuficiencia de la demanda, motivo que tuvo lugar durante la Gran Depresión ocurrida en los EEUU a finales de los años 20, o por un exceso de la oferta, que podemos atribuir a la coyuntura actual.
En realidad, este fenómeno económico ha sido muy poco frecuente durante el siglo XX, sólo dándose dos casos: uno fue la Gran Depresión, ya mencionada, que se reproduciría en Japón y Suecia, y el otro, el caso de Japón desde mediados de los 90 hasta el 2006.
Existen diversas medidas contra la deflación, que se agrupan en dos tipos de políticas. Las monetarias sugieren bajar los tipos de interés, bajar el precio del dinero. Las fiscales suponen un aumento del gasto público, una reducción de los impuestos y un aumento de las transferencias. Normalmente, la opción más adecuada dependerá de cada situación y consistirá en una combinación de ambas políticas.
Diversas fuentes, entre ellas la Fundación de Cajas de ahorros, aseguran que España no podrá evitar la deflación en 2009, registrando el IPC tasas negativas en verano.
De hecho, el descenso del petróleo, de algunos alimentos y la caída del consumo han provocado el mayor recorte de la tasa general del IPC en 21 años. Lo que en principio parece una buena noticia, también tiene un reverso oscuro, que es la deflación.
El riesgo de deflación no es exclusivo de la economía española. Otros países como EEUU, Reino Unido o incluso China, también están en riesgo de adentrarse en ella debido a la crisis financiera y sus consecuencias sobre la economía real.
Los economistas le tienen mucho más miedo a la deflación que a la inflación porque a la subida de precios saben cómo combatirla, pero contra su caída no está tan claro. Además genera un círculo vicioso. Con los precios bajando la demanda cae porque el consumidor no compra ante las expectativas de que todavía bajen más los precios. Y si los comerciantes no venden, además de aumentar el despido, se verán obligados a bajar más los precios siempre y cuando cubran costes, al menos los fijos.
Por lo tanto, la deflación se convierte en causa y efecto de la falta de circulación del dinero en la economía, pues todos prefieren retenerlo.
Añadimos así otro problema más a una situación ya de por sí inestable.
LETICIA VÁZQUEZ

El helicóptero de Milton Friedman.

Este reputado economista estadounidense, se valió de la archiconocida parábola del helicóptero que tiraba sacos de dinero a los habitantes de una ciudad, para explicar la política de expansión monetaria cuantitativa. Estos habitantes, podrían disponer de ese dinero bien para gastar o en su defecto guardar debajo del colchón, en cuyo caso no tendría ningún efecto.
Sino existe liquidez por que los bancos siguen sin prestar y falla la actividad empresarial, la tentación es poner físicamente ese dinero en circulación imprimiendo billete. Eso, es lo que ha anunciado recientemente Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal estadounidense, que pretende inyectar 615.000 millones de € para animar el crédito de las familias y las pymes. Pero no todo es tan fácil y esta actuación acarrearía, una más que segura, hiperinflación galopante o la devaluación de la moneda.

Pero empecemos definiendo, ¿Qué es la deflación?. En términos generales, es una caída de precios en el conjunto de la economía que se prolonga durante varios periodos (al menos, dos trimestres según el F.M.I). Por lo tanto, se excluyen las caídas de precios en sectores concretos o que se produzcan de forma puntual.

La deflación se produce cuando la oferta de bienes y servicios en una economía, es superior a la demanda de los mismos, obligando al sector empresarial a reducir los precios para poder vender la producción, este desajuste puede venir dado por dos motivos:
Insuficiencia de la demanda, que por alguna razón, la capacidad de gasto de las familias se vea mermada.
Exceso de la oferta. Exceso de capacidad productiva del sector empresarial.

Los efectos de la deflación sobre la actividad económica son muy negativos y difíciles de corregir. El descenso de los precios deteriora los resultados empresariales, lo que implica recortes de plantilla y de inversión en bienes de equipo, lo que a su vez lleva a una disminución de la demanda que de nuevo recorta excedente empresarial.
Además la deflación provoca fuertes distorsiones en la actividad financiera, ya que aumenta la carga real de intereses que sufren los deudores.

Si algo temen los gobiernos, es precisamente, el círculo vicioso y yo añadiría destructivo, que provoca la deflación: caída continuada de precios, menor crecimiento, más desempleo, y finalmente una gran y profunda recesión económica. Así, en este sentido, estará dispuesto a hacer lo posible para incentivar el consumo, incluso algo tan heterodoxo y hasta ahora tabú como darle a la maquina de hacer billetes, de ahí la parábola del helicóptero de M.Friedman.

El Economist, famosa publicación económica británica, titulaba, también recientemente, “la fiesta ha terminado”, refiriéndose a la bonanza económica que ha vivido nuestro país durante los últimos treinta años.

Desde hace algún tiempo grandes economistas y estudiosos vienen comparando esta crisis con el Crack bursátil del 29 y la Gran Depresión posterior. La verdad, es que pueda que el panorama no sea muy distinto. En aquellos tiempos la reserva federal había bajado los tipos a casi el 0%. Pero, bajo estas condiciones, las familias preferían atesorar su dinero, ya que las rentabilidades ofrecidas en los bancos eran muy bajas, esto es lo que se conoce como la trampa de la liquidez. Al no disponer de recursos de los clientes, los bancos no podían conceder préstamos para la actividad productiva.

Desde mi humilde opinión, creo que a diferencia de lo sucedido en aquellos años, ahora si contamos con un marco de referencia en el que apoyarnos para superar esta crisis hipotecaria, financiera, deflacionaria, y lo que venga detrás. La Gran Depresión dejo como lección los “antídotos” para estos casos: Bajada de tipos, recapitalización de los bancos, garantía para los depósitos y préstamos, revisión de las normas contables sobre valoración de activos, etc. En definitiva, generar liquidez y aumentar el dinero en circulación para evitar que el consumo se contraiga.
El caso de Japón, también es una referencia a estudio, un país sumergido en una deflación profunda, un escenario difícil, en el que las políticas económicas convencionales ya no son eficaces y con unos tipos de interés cero.
ALBERTO PILLADO

¿Llegaremos a un período de deflación?

A grandes rasgos se puede decir que la deflación es lo opuesto a la inflación; los cuatro factores que nos pueden ayudar a definirlo son los siguientes:
1. Disminuye la oferta de dinero.
2. Aumenta la oferta de bienes.
3. Aumenta la demanda de dinero.
4. Disminuye la demanda de bienes.
Deberíamos esperar que la demanda de bienes disminuya tan rápido como la oferta, de modo que el factor 4 debería ser mayor que el factor 2, ceteris paribus el resto de factores, nuestras expectativas sobre el nivel de precios debería estar con signo negativo.
Sabemos que la medición de la inflación como el deflactor del precio implícito del PIB es cíclico, coincidiendo con los indicadores económicos, así el ratio de inflación es elevado durante los booms y bajo durante recesiones. Pero ¿por qué el ratio de inflación es positivo en períodos económicos de crecimiento negativo?
La respuesta es que no existe realmente el concepto de ceteris paribus. La oferta de dinero está constantemente expandiéndose, por ello la economía tiene una presión inflacionista persistente debido al aumento de la oferta de dinero.
Se ha visto que durante la peor recesión América ha experimentado desde la Segunda Guerra Mundial (es de suponer que en el 2008-2009 se producirá otra de las peores recesiones americanas y mundiales), desde Noviembre del 73 hasta Marzo del 75, el PIB real cayó un 4,9%. Esto debería provocar deflación, excepto a que la oferta de dinero aumento rápidamente durante este período, con un ajuste periódico del M2 incrementado en un 16,5% y del M3 en un 24,4%. Durante este periodo el incremento del IPC fue del 14,68% durante este periodo de recesión.
Este periodo de recesión y un aumento elevado de inflación es conocido como estanflación, concepto conocido por Milton Friedman. Mientras los ratios de inflación son generalmente bajos durante recesiones económicas, todavía podemos experimentar altos niveles de inflación a través del crecimiento de la oferta de dinero.

MANUEL R. GARCÍA BARREIRO

La borrasca deflacionaria

A principios de los noventa las calles de Japón, se llenaron de tiendas de todo a 100 yenes (todo a un euro). Los japoneses regresaron a su austeridad tradicional y se lanzaron a comprar productos baratos. La caída general de precios que asoló la economía nipona desde principios de la década pasada, de la que sólo recientemente ha levantado cabeza, introdujo a este país asiático en un círculo vicioso. Sus ciudadanos reducían el consumo por la expectativa de que los precios bajaran más, con lo que echaban más leña a la recesión, lo que avivaba aún más el proceso deflacionario. Un hoyo del que es muy difícil escapar.
Hay analistas que avisan de que algo similar podría acontecer en los países occidentales: "Creemos que el siguiente asunto macroeconómico más importante es la deflación. El índice de precios al consumo superó el 5% el pasado verano, pero desde que la economía real ha entrado en recesión, los precios han entrado en una senda deflacionaria. Es sólo una cuestión de tiempo que veamos tasas negativas de IPC", (informe del banco Merrill Lynch).
Es verdad que los precios de EE UU, y quizá de algunos países europeos, pueden registrar caídas el año próximo, sin embargo, los expertos consultados quitan hierro a la situación al aclarar que sería totalmente distinta de la japonesa. "En este caso se explica sólo por la caída del precio del petróleo, que en un año puede descender entre el 50% y el 75%. El precio de los servicios no va a caer por mucho que descienda la demanda, porque no hay competencia exterior. La economía española es totalmente diferente de la nipona de los noventa. Yo creo que es casi imposible un escenario a la japonesa" (Ángel Laborda, director de coyuntura de Funcas).
El presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, apuntó que "No debemos confundir la desinflación con la deflación. El objetivo que tiene el BCE de inflación, del 2%, está precisamente para hacer frente a la amenaza de la deflación”.
Una inflación alta es muy dañina para la economía, pero la deflación puede ser todavía mucho peor. El IPC no es la herramienta adecuada para calibrar si entramos en una recesión o no, ya que es muy sensible a las variaciones de los precios de los combustibles y de las materias primas. Es increíble la marea de datos que han ido chorreando las economías occidentales las últimas semanas, ya que todos van en la misma dirección: el aumento de los precios se desacelera:
- En EE UU, la inflación cedió el pasado mes 1,2 puntos, la mayor caída registrada desde 1947, fijándose en un 3,7%. Además, los bonos que siguen la evolución de la inflación en EE UU ya descuentan que las caídas de precios se van a producir.
- Japón, que llevaba 14 años con tasas por debajo de cero y que consiguió abandonar la temida deflación el año pasado, corre el riesgo de volver a caer en sus fauces. Después de que Japón alcanzara la cima de su inflación el pasado mes de julio, puede traspasar el suelo de cero el próximo año.
- En Europa, países como Reino Unido e Irlanda han registrado fuertes caídas en sus tasas de inflación. España, que el pasado julio andaba escandalizada por un aumento vertiginoso de los precios, del 5,3%, ha visto cómo en octubre el incremento interanual se quedó en un discreto 3,6%, como siempre por encima del nivel europeo y más sensible a las variaciones del petróleo que otras economías.
Consecuencias
Uno de los principales problemas de este escenario sería el aumento de los salarios reales que provocaría la caída general de precios. Esto tiraría a la baja los beneficios de las empresas, lo que aumentaría el desempleo. Al no haber más precedentes que el caso japonés, no están muy estudiados cuáles serían sus efectos sobre la economía real. Una de las cosas que sí se saben es que es muy difícil salir de esta situación, ya que la deflación y la recesión se retroalimentan.
Posibles soluciones
El tratamiento contra este fenómeno está aplicándose desde hace algunas semanas de forma gradual, pero sin pausa. Las inyecciones de liquidez al sistema financiero, las bajadas de tipos de interés y los estímulos fiscales pueden salvar a algunas economías de entrar en ese proceso de caídas continuadas en los precios. Es el momento de actuar. Los salarios reales comenzarán a ganar poder adquisitivo, los costes financieros descenderán y, en definitiva, se puede liberar renta para incrementar el ahorro y detener la caída del consumo. Ahora sólo nos queda esperar y ver si estas medidas son suficientes.
CATARINA YÁÑEZ CHAMOSA

PÁNICO A LA RECESIÓN DEFLACIONARIA

La deflación, según el Fondo Monetario Internacional, es una caída de los precios en el conjunto de la economía que perdura al menos dos trimestres.
La deflación se produce cuando la oferta de bienes y servicios en una economía es superior a la demanda, lo que provoca que el sector empresarial tenga que reducir los precios para poder vender la producción y no acumular stocks. Esta caída de los precios puede verse agravada por cambios estructurales en la economía mundial que den lugar a un incremento de la productividad o de la competencia entre las empresas, como sucede en los últimos años con la progresiva desaparición de las barreras al comercio mundial y la liberalización de sectores básicos (telefonía, transporte, energía).
Los efectos de la deflación sobre la actividad económica son muy negativos y difíciles de corregir. Provoca un empeoramiento de los resultados empresariales, provocando recortes de plantilla y de inversión en bienes de equipo, lo que a su vez lleva a una disminución de la demanda que de nuevo recorta el excedente empresarial. En ausencia de políticas correctoras, la salida de este círculo vicioso sólo se produce cuando los precios disminuyen lo suficiente para que consumidores y empresas puedan restablecer progresivamente su nivel de demanda.
Además, la deflación provoca fuertes distorsiones en la actividad financiera, ya que aumenta la carga real de intereses que sufren los deudores.
Los fuertes vaivenes financieros y la propia crisis en que estamos inmersos van trastocando el escenario económico. Estamos ante un horizonte recesivo con menor liquidez, confianza y apalancamiento, con riesgos en la solvencia y, un deterioro del empleo y del consumo. En un contexto en que se espera que materias primas, inmuebles y acciones valgan cada vez menos, los consumidores retrasan sus decisiones de compra, al esperar precios menores en el futuro. Los planes de consumo y de inversión se resienten debilitando la demanda. Todo este panorama hace presagiar una situación de recesión deflacionaria.
La Gran Depresión dejó diversas lecciones sobre como solventar esta situación. Entre otras: bajadas de tipo de interés, garantías para los depósitos y préstamos y, la revisión de las normas contables de valoración de activos.

NURIA ÁLVAREZ GONZÁLEZ

martes, 30 de diciembre de 2008

POSIBLES CAUSAS DE UNA DEFLACIÓN

La deflación es el fenómeno contrario a la Inflación y consiste en la caída generalizada del nivel de los precios de bienes y servicios que conforman la canasta familiar.
Por lo general, la deflación es causada por la disminución de la demanda, lo cual representa un problema mucho mas grave que la inflación, toda vez que una caída de la demanda significa una caída general de la economía.
La deflación puede desencadenar un círculo vicioso del cual es difícil de salir, puesto que las empresas tienen que vender sus productos para cubrir al menos sus costos de producción, para lo cual bajan los precios. En tales circunstancias, las empresas tienen que trabajar con un Margen de contribución bajo e incluso negativo, proceso del cual muchas no se recuperan.
Con precios bajando de forma generalizada, la demanda se disminuye más, porque los consumidores entienden que no merece la pena comprar si mañana todo será todavía más barato. Comportamiento que es contrario cuando lo que existe es inflación, donde el consumidor se apresura a comprar sus bienes antes de que suban de precio, lo cual, inevitablemente presiona la subida de los precios.
Dado este círculo vicioso, la deflación se convierte en causa y efecto a la vez de la falta de circulación del dinero en la Economía, porque todos prefieren retenerlo.

La deflación en la actualidad:
Para entender la situación en la que actualmente se encuentran las economías hay que tener en cuenta varias cuestiones. Por un lado hay que señalar que, como suele ocurrir con casi todos los problemas económicos, la disminución de precios no es mala en sí misma. Quizá sorprenda conocer que el país que hoy es verdaderamente deflacionario, incluso un poco más que Japón, es China. Sus precios bajaron el 0,7% en 2002 pero su producto interior bruto creció más del 8% y la producción industrial más del 13%.

Este caso sirve para demostrar que lo que es malo no es la bajada de precios, sobre todo cuando es realmente tan reducida, sino que vaya acompañada de atonía productiva, de menos crecimiento e inversión.
De hecho, y a diferencia de lo que ocurre en China, el riesgo de deflación en Estados Unidos o Alemania , por citar los casos más relevantes, se ha advertido después de episodios de recesión, es decir, después de que las economías se hayan encontrado en una situación de menor rendimiento productivo. Este es el auténtico problema.
Hay que tener en cuenta, además, que la disminución de precios que se está produciendo es de un nivel mucho menor del que se produjo en otras épocas deflacionarias con las que algunos comparan la situación actual, lo que quiere decir que la caída de precios no es el factor seguramente más relevante. Sobre todo, cuando se da como continuación de un proceso ya largo de disminución de su ritmo de crecimiento.
También me parece significativo que los diferentes países en los que se vislumbra el riesgo deflacionista se encuentren en esta situación por circunstancias claramente diferenciadas, lo que indicaría que no se trata de un mismo y generalizado fenómeno. Por un lado, en Japón se viene produciendo un auténtico desquiciamiento del sistema financiero, en Estados Unidos un exceso de oferta como consecuencia de la sobreinversión que inspiró la fiebre especulativa y el exceso de endeudamiento de años anteriores. Por su parte, Alemania todavía paga las consecuencias de su acelerado proceso de unificación y también, como los demás países europeos, los excesos de las políticas de estabilidad de los últimos años.
Teniendo en cuenta todo ello, podemos decir que es pronto para poder establecer conclusiones definitivas sobre la situación .
Medidas contra la deflación:
Para enfrentar la deflación se puede recurrir a la política monetaria y fiscal.
Política monetaria. Una de las formas de hacer frente a la deflación es disminuir el valor del dinero, para lo cual se debe colocar más dinero (Moneda) en circulación, complementado con la disminución de la tasa de interés, lo cual incentiva el crédito de consumo y de inversión, reactivando de esta forma la demanda.
Al disminuir la tasa de interés, ya no es rentable tener la plata en las entidades financieras, por lo que la gente preferirá invertirla o gastarla. Esta circunstancia puede ser aprovechada por los inversionistas para expandir sus empresas, algo que por las consecuencias de la deflación es difícil, pero que buscando nuevos mercados se puede llevar a cabo.
Política fiscal. La política fiscal supone un aumento del gasto público, una reducción de los impuestos y aumento de las transferencias. En el primer caso, se intenta suplir la ausencia de demanda del sector privado con la del sector público, quien a la vez se convierte en un generador importante de empleo, lo cual resulta muy atractivo, puesto que el desempleo es una de las causas directas de la deflación. En el segundo caso, la reducción de impuestos supone más dinero para gastar en manos privadas, y un incentivo al consumo, pero a la vez menor dinero en manos del estado, y si no tiene suficiente dinero, difícilmente podrá impulsar la demanda mediante el consumo publico, por lo que si se inclina por el primer caso también, deberá financiar el incremento del gasto publico con endeudamiento. El incremento de las transferencias, es un intento por descentralizar el consumo público, puesto que las transferencias se realizan a las diferentes entidades descentralizadas domo los departamentos, municipios y distritos.
Aunque en principio, la disminución generalizada de los precios (deflación), puede parecerle positivo a buena parte de los consumidores, este concepto cambiará en el momento en que se empiecen a ver las consecuencias como por ejemplo el cierre de empresas y el despido de trabajadores.
El desempleo es una consecuencia inevitable de la deflación (las empresas deberán trabajar a pérdida y algunas cerrarán), y aunque los precios estén bajos, de poco sirve si no se tiene recursos para adquirirlos, y quienes tengan los recursos, preferirán, como ya se expuso, no gastarlos a la espera de “mejores” precios.

DIGNA CARRASCO LÓPEZ

C'est la vie

Alguien ha tenido la brillante idea de comprar un diccionario de economía? Yo creo que si aun no lo ha hecho, ya no necesita hacerlo. Por un lado, la vida, nos está dando un curso de economía sin parangón, estamos viviendo, día tras día, los términos más malévolos del diccionario económico; y por otro lado, para que lo vamos a comprar hoy! Si seguro que mañana lo encontramos más barato!

Hasta hace unos pocos meses, pudimos conocer de primera mano lo que era la estanflación, crecimiento estancado y precios en aumento.

En estos días ya empezamos a verle los “blancos” al lobo. Parece que la deflación está asomando la cabecita. Este término, que se puede definir como una caída de precios generalizada, en un principio, puede ser tomado como un dato alentador, pero veremos que se trata de una afirmación malévola.

Como en cualquier campo, debemos siempre atender al momento en el que se da el suceso. Es evidente que una caída de precios en una situación de crecimiento económico no es motivo de alarma, pero el hecho de que los precios bajen, en un contexto de crisis o depresión, puede pasar factura, ya que al final el consumo se contrae más. La toma de decisión del consumo se pospone en el tiempo, porque se buscan precios más bajos.

Un ejemplo muy simple y didáctico:
Mañana quiero comprarme un ordenador NetBook (de estos pequeñines, que soy muy geek) para poder ir a cualquier sitio y estar conectado a internet; llego a una tienda y me dicen que me hacen un descuento del 10%, pero claro, las rebajas están a la vuelta de la esquina, y lo puedo conseguir ahorrándome un 20%, por tanto no lo compro.

Pasado el periodo de rebajas, me decido a ir comprarlo, pero hablo con un amigo y me dice que lo ha visto más barato..., resulta que ya no lo compro porque no se cual es el precio. Pospongo la compra, y nada, a esperar que esté más barato, así mes tras mes sin comprar el ordenador.

Llega un momento en el que ya no se cual es el precio de compra, ni me quiero confundir, por la bajada del precios, por lo tanto al final no lo compro o bien pospongo la compra.

Por tanto aparece aquí la primera consecuencia de la deflación, el aplazamiento de las compras. Otra consecuencia inmediata de esto, es la disminución de los beneficios empresariales que, se ven mermados al reducirse los ingresos de las ventas. Esta reducción de los márgenes empresariales conlleva una disminución de la inversión y del empleo. La disminución del empleo reduce la masa salarial y, consecuentemente, la demanda de consumo; es decir, las ventas de las empresas inician una nueva espiral de menores ventas y un aumento de las pérdidas.

En la deflación, además, las deudas que las empresas tienen contraídas con los bancos se mantienen constantes pero al disminuir las ventas disponen de menos recursos para devolver esos créditos. Además, el dinero de la deuda sale más caro, porque con el dinero que tomo prestado ahora, podré comprar más cosas en el futuro. Los incentivos a la inversión se ven minorados, por las expectativas futuras, a una caída de precios superior.

Un ejemplo de lo anterior lo tenemos en el ladrillo. La demora en la decisión actual de compra de un piso, se debe a que los precios de la vivienda han bajado y se continúa con la expectativa bajista. Este es el motor de la crisis en el ladrillo.

Tenemos que recordar el caso de Japón, donde pasó algo similar. Para ajustar el consumo se decidió bajar el precio del dinero, llegando a tipos 0%, y una depresión de 10 años, eso sí, de reactivación en el consumo nada de nada!.

Por tanto, un consejo para estas fechas, coger la cartera y a comprar los reyes a vuestra familia ya, ¡¡¡que no os de miedo!!!, que más miedo os dará la deflación. Por que como dijo George Horace “Es bonito tener dinero y cosas que puede comprar el dinero, pero también es bonito tener las cosas que el dinero no puede comprar”.

Una cosa queda clara, la economía es cíclica y en estos momentos estamos de bajada. Cualquier cosa negativa aceleraría el ciclo, así que vamos a llevarnos bien.

Me despido esta vez con un video que en cinco minutos, nos repasa todos los ciclos económicos de los últimos 100 años.
(http://www.youtube.com/watch?v=RsoqAUp8vuo)


FELIZ AÑO

FELIPE ABAD ABAD

La llegada de la deflación

El tema de si salimos de un escenario de inflación, o casi hiperinflación, para adentrarnos en un escenario de deflación es uno de los temas más en boga en los últimos tiempos. Y es que todo parece indicar que ya estamos dentro del proceso deflacionista. ¿Por qué?, bien, teóricamente la deflación se define como una caída generalizada del nivel de precios y demanda de una economía. Pues bien, como decía, parece que la tan hablada deflación ya está aquí, si hace escasos meses, los conductores temblábamos cuando la aguja del depósito de combustible de nuestros vehículos se acercaba peligrosamente a la zona roja, lo cual indicaba que tendríamos que parar para repostar y dejarnos una cantidad más o menos importante de euros, en llenar dicho depósito, pues estábamos pagando el litro de combustible alrededor de 1,20 €, los precios de las hipotecas se estaban elevando hacia cotas insospechadas y que no parecían tener techo, los precios de determinados alimentos también estaban creciendo.
Ahora, y como consecuencia de la primera crisis global de la historia, podemos observar como la caída, parece que si freno, primero de las materias primas, pues el precio del crudo se sitúa prácticamente a la mitad que hace unos meses, aunque todo apunta a que se extenderá a todos los niveles, después la desaparición de las tensiones en los precios de los alimentos etc. Nos encamina a una crisis en la que dicha bajada continuada de los precios, provoca que los consumidores consuman menos, pues nadie compra un producto a un determinado precio, si tienen la expectativa de que la semana siguiente o el mes siguiente va a estar a un precio más bajo, lo cual provoca una caída en la demanda, lo que provoca una caída en la producción de las empresas, pues estas no pueden seguir manteniendo el nivel de producción de hasta ahora, pues no hay mercado donde colocarlo, para menor producción menor plantilla con lo cual aumenta el paro, las empresas han de intentar vender para cubrir al menos sus costes fijos ya que los precios no les dan para cubrir sus costes variables y para ello vuelven a bajar sus precios con lo cual volvemos al principio del bucle.
Por todo esto los gobiernos de los países afectados están tratando de aplicar medidas para intentar que el escenario deflacionista no vaya a más. Sin duda, una de las medidas más ambiciosas, es la que ha aplicado el gobierno estadounidense, una medidas clásica de política monetaria como la de rebajar el precio del dinero, buscando sin duda, aumentar el dinero en circulación pues a estos niveles es casi gratuito, lo que fomentara el endeudamiento, para intentar gastar más.
El gobierno de la UE, también está aplicando esta medida, pero a mi juicio creo que un poco tarde, pues la obsesión del señor Trichet, por contener la inflación negándose una vez tras otra a la rebaja de tipos en la zona euro, no le ha permitido adelantarse a esta situación.
Podemos hablar también de otra de las posibles medidas, que es la aplicación de políticas fiscales, en las cuales los gobiernos si tienen autonomía para aplicarlas, y lo más generalizado el de la rebaja de los impuestos, y el aumento del gasto público para intentar suplir la demanda del sector privado, aquí he de decir que el gobierno de nuestro país, si ha sabido aplicar dichas políticas , pues ha aumentado el gasto público hasta el punto de aumentar el endeudamiento del estado siempre dentro de unos márgenes sostenibles.

FELIPE SEOANE FERREIRO

AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS CON LA CESTA POR LAS NUBES

La deflación es, por definición, la caída generalizada de precios de bienes y servicios del conjunto de la economía, desde luego, un primer análisis del concepto no puede más que arrojar, más aún si tenemos en cuenta primero el período crítico en el que nos encontramos y, segundo que aquella se entiende como el fenómeno opuesto a la inflación, una idea positiva, que podemos resumir con la teoría del economista de los años `30, Arthur Cecil Pigou “para un nivel dado de de masa monetaria, la caída de precios aumenta los saldos monetarios reales, los cuales forman parte de la riqueza de las familias, y por tanto, estimulan el consumo”. Sin embargo ya en la propia definición que da la RAE de este fenómeno advierte que este descenso es debido generalmente a una fase de depresión.
El proceso desinflacionista es simple, una cíclica sucesión de imponderables que se basa en la suma de obviedad tras obviedad, léase, en períodos de bajo crecimiento económico se produce una bajada del consumo; los comerciantes se ven avocados a bajar los precios intentando paliar ésta y de este modo poder cubrir costes; el consumidor, por el contrario, retrasa el gasto con la esperanza de que continúe la caída de precios; esta nueva disminución de los ingresos de las empresas provoca una irremediable reducción de sus costes salariales, aumento de los despidos y retraso en los planes de inversión; desempleo, para España se empiezan a oír cifras cercanas a los 4 millones de parados; incertidumbre, reducción del gasto, presionando más aún la bajada de precios; aumento de los impagos; restricción del crédito; nueva bajada en el nivel general de precios; quiebras en el sector empresarial; tendencia a 0 del valor del dinero; finalmente la economía se derrumba, dado que la industria no encuentra salida a sus productos, obteniendo sólo pérdidas.
Los casos más claros y graves que se han dado de este fenómeno perverso han sido la Gran Depresión de los años `30 en EE.UU con una reducción del IPC de un 24% en menos de 4 años y Japón en los `90, donde el precio del dinero llego a estar en el 0%.
En España comienzan a mostrarse con claridad meridiana los síntomas de una, si no se toman las medidas adecuadas, futura deflación, a seguir, el adelanto del periodo de rebajas al día 2 de enero, la infinidad de “saldos” o promociones previas, los 8 mil nuevos parados en Vigo provenientes de Citroën, el escuálido mercado interbancario y la reducción de créditos a las empresas, Martinsa Fadesa…
Las soluciones para reactivar la economía en estos procesos se encuentran (i) disminuir los tipos de interés y aportar fondos a las entidades financieras para fomentar el crédito a familias y empresas, (ii) aquella que defiende la teoría keynesiana, incrementar el gasto público para paliar el déficit de gasto de las familias y empresas privadas, política seguida por Franklin Delano Roosevelt que permitió superar la crisis de los `30. La suma de estas dos propuestas se presenta como el cortafuegos para el fantasma que sólo desaparece logrando aumentar el consumo. También se podría hablar de la reducción de impuestos, sin embargo y dada la necesidad de gasto público, que incluso hace necesario, como en el caso de España, emitir deuda pública no parece más que una medida política propagandística.
Un reciente informe del Banco Santander pronostica que en el 2009 la inflación puede caer por debajo del 1%. De hecho en el mes de octubre se registró la mayor caída de precios en EE.UU. desde 1932, un 1,7% mensual. En este panorama y dadas las fechas en las que nos encontramos no puedo otra cosa más que recordar a George Horace Lorimer “Es bonito tener dinero y cosas que puede comprar el dinero, pero también es bonito tener cosas que el dinero no puede comprar”, a lo que yo, humildemente añado, FELICES FIESTAS Y PRÓSPERO 2009.

JOSÉ RAMÓN BAÑA

lunes, 29 de diciembre de 2008

EL RIESGO ASOMA

La deflación da se trata de un fenómeno agregado caracterizado por el descenso del nivel general de precios, producido por la falta de demanda. Es un fenómeno muy pernicioso para la economía.

Una vez aprendido que la deflación es muy peligrosa, es decir, la experiencia de Japón en los años 90, cuando entra en una crisis bastante profunda, demuestra que la deflación tiene muchísimos problemas. Para empezar, si los precios a los cuales una empresa vende sus productos bajan, y no se puede ajustar por el lado de los salarios, entonces los márgenes de rentabilidad de las empresas caen. Por otro lado, hay un círculo vicioso en la deflación. Si los precios de muchos productos tienden a caer constantemente, a menos que algo sea muy necesario, no hay mucha prisa por comprarlo, con lo cual, la demanda sigue cayendo y se hunde de alguna manera en una situación de recesión.

La reducción de precios lleva consigo una retribución menor para todos o algunos de los factores productivos, una renta nacional menor y, por tanto, una demanda también más pequeña. El obrero cuyo salario se haya reducido no comprará más, aunque el coste de la vida se haya abaratado, y el empresario que vea mermados sus beneficios no verá en ello un aliciente para hacer nuevas inversiones y aumentar la producción.

La causa principal de esta situación deflacionista, además de la caída del precio del petróleo, y en menor medida de los alimentos, hay que buscarla en la situación de estancamiento en que se encuentra el consumo y en la situación de clara recesión de la economía española.

Se teme más a la deflación, debido a que la solución a la caída de precios, no es tan clara. Las medidas de política monetaria están en manos del BCE; pero bajar los tipos de interés en medio de una deflación, no sirve absolutamente para nada. Si la rebaja de tipos no sirve de nada, entonces debe inundarse el mercado con dinero de nueva creación. Se espera así que el incremento de la cantidad de dinero provoque una inflación que compense la deflación.

La otra solución sería que el Gobierno incrementara la inversión y el gasto público y bajara los impuestos para generar consumo y actividad en el sector privado. Sólo se sale de una deflación incrementando el consumo y esto es posible cuando hay empleo porque aumenta el número de consumidores.

La crisis financiera es sólo el reflejo de una crisis en la economía real. La política monetaria no debe orientarse a regular las caídas de precios, sino a defender el valor de las divisas. La solución pasa por un aumento del ahorro y un ajuste de los precios relativos.

BEGOÑA REQUEIJO

UNA DE LAS CONSECUENCIAS MÁS NEGATIVAS DE LA CRISIS

La deflación según el Fondo Monetario Internacional es la caída general de los precios durante al menos dos trimestres consecutivos y en España estamos a punto de ver como se produce. Todo ha comenzado con las continuas caídas de los precios de las materias primas y desde entonces se ha observado la bajada o por lo menos el estancamiento de los precios de numerosos productos. Los problemas de la deflación no se producen de forma instantánea pues en un primer momento la caída de los precios puede parecer beneficiosa para los consumidores pues incrementan el consumo pero con el paso del tiempo y el mantenimiento de la situación los consumidores proceden a disminuir sus compras en espera de un menor precio con lo cual se entra en una espiral de cuello de botella que acaba conduciendo al colapso. Unido a ello las empresas al ver reducidos sus márgenes de beneficio constantemente no les acaba quedando otro remedio antes del cierre que proceder a la reducción de los salarios de sus trabajadores que o bien los aceptan o la empresa no podrá continuar con su actividad. En relación al ahorro y los tipos de interés, éstos suelen reducirse de forma drástica en un vano intento de fomento del consumo e incentivación de la economía y con ello en realidad lo que se acaba generando es la aniquilación del ahorro puesto que al ser baja su remuneración, la gente prefiere no ahorrar y tratar de usar sus recursos en otro orden de inversiones que no sufran esas caídas de precio. Los Estados son los elementos más fuertes si cabe en épocas deflacionistas y tratan de salir de la situación con ayudas tanto económicas a la población afectada por el aumento del desempleo, como fiscales con la reducción de impuestos e incentivación al consumo, y como laborales al reactivar el empleo con el aumento de la inversión en obra pública.
He tratado de dar una primera y rápida visión de los efectos de la deflación en un Estado y se puede con ello llegar a la conclusión de que épocas deflacionistas duraderas acaban causando problemas y males muy superiores que los ocasionados por períodos inflacionistas y que el lograr salir de la deflación económica y general es complicado y costoso.
MIGUEL ÁNGEL GUTIÉRREZ NOVOA

¿LO PEOR ESTÁ AÚN POR LLEGAR?

Mucho ha sido criticada en los últimos meses la política llevada a cabo por los distintos gobiernos consistente en nutrir de liquidez a la banca pero la realidad es que si el dinero no llega a las empresas y a las familias la crisis actual puede derivar en una severa crisis deflacionista. Por ello, es necesario llevar a cabo medidas coordinadas desde las distintas administraciones para conseguir acabar con el riesgo de inflación.

La Reserva Federal Americana ha llevado a cabo una política de reducción de tipos de interés y tras ella han hecho lo mismo todos los Bancos Centrales. Con esto lo que se busca son dos objetivos claros por un lado evitar la recesión pero al mismo tiempo evitar que se produzca una crisis deflacionista. Para evitar que estas situaciones se produzcan tanto la política fiscal como la monetaria deben contribuir al crecimiento económico de los países donde se implantan.

El presidente de la Reserva Federal Americana cree que la deflación es consecuencia de un desplome de la demanda agregada derivada de una contracción monetaria que se produce debido a una caída de la velocidad de circulación del dinero.

No se pueden ignorar los costes e implicaciones de la deflación. En una situación deflacionista el coste del endeudamiento se incrementa lo que dificulta el consumo y la inversión, además hay que tener en cuenta que las peores consecuencias de este incremento en los costes son para aquellos que se endeudaron antes del comienzo de la deflación.

Cuando los tipos de interés son próximos a cero el Banco Central carece de margen de maniobra lo que hace que la confianza en los agentes económicos desaparezca ya que los ciudadanos ven como la autoridad monetaria se vuelve inútil.

Según el presidente de la Reserva Federal contra la deflación lo que se debería hacer es:
- reducir los tipos de interés hasta que estos estén siempre próximos a cero.
- Comprar bonos del Tesoro para conseguir mantener los tipos de interés en el largo plazo en niveles reducidos.
- Comprar títulos de renta fija privada.
- Depreciar el tipo cambio de la divisa.
- Si es necesario se deben recortar los impuestos a las familias y a las empresas.

Además para que el mecanismo de transmisión monetaria no quiebre resulta necesario garantizar la confianza en el sistema bancario evitando que quiebre consiguiendo eliminar de este modo el riesgo sistémico.

Por otra parte existen otros autores que defienden que la reducción de tipos de interés no es la solución a la deflación por eso, es necesario emitir dinero nuevo por el Banco Central destinado a adquirir activos de mala calidad de las entidades financieras.
En los últimos años los activos reales y financieros, las materias primas y un sinfín de productos han visto incrementado sus precios sin que esto tuviera una transmisión real en el IPC. Está situación de inflación generalizada que algunos veían como normal ha hecho que ahora se necesite que los precios de estos productos entre ellos la vivienda desciendan porque es la única solución para acabar con su sobrevaloración.

Otra posible consecuencia de la deflación es la posible quiebra de las entidades financieras dado que los depósitos de los ahorradores están respaldados por los activos de la banca y si el precio de estos activos está sobrevalorado las entidades tendrán más deudas que créditos y como consecuencia de esto la banca se volverá insolvente.

De ahí la explicación a que muchos gobiernos e incluso los Bancos Centrales compren activos de la banca a precios inflados.
La solución a todo este problema pasa por incrementar el ahorro y ajustar los precios relativos, para que reflejen en la medida de lo posible la realidad.

Mª Esther Gallardo Trillo.

CALDO QUEREIS?

Que tiempos tan difíciles estamos viviendo. Debíamos sentirnos orgullosos de estar viviendo uno de los momentos históricos de la economía mundial y lo que deseamos es despertar de esta pesadilla y volver al dulce y placentero sueño del que disfrutamos en la última década. Era todo demasiado bonito para ser verdad.
Ahora surge el miedo cuando nos dicen que de seguir así entraremos en una situación de deflación. ¿Paradójico? No hace tanto nos quejábamos de la inflación y ahora que sufrimos una desinflación y con posibilidades de entrar en deflación todavía estamos más preocupados ( y no es para menos). Si nos paramos a pensar en las consecuencias de la deflación, lo de quejarse de la inflación que sufríamos era simplemente rutina del buen español de quejarse por todo. Surgen voces diciéndonos esa frase: CALDO QUEREIS? AQUÍ TENEIS, CIEN TAZAS.
Nos intentan hacer ver un panorama futuro del todo catastrofista; que vendrá el jinete de la Apocalipsis montado en un caballo llamado Deflación y que todo irá a peor.
Pero… ¿qué es la deflación? ¿Qué nos puede suceder si hay deflación?
La deflación se produce cuando las tasas de la variación de los precios se vuelven negativas.
La entrada en deflación traería consecuencias desastrosas para la actividad económica al formarse un efecto dominó (de efectos negativos). Entre éstos, se destacaría un gran incremento en el desempleo. Las empresas sufren la reducción de los precios con una caída en los ingresos, que no pueden compensar con un descenso de los costes. Por tanto, los márgenes empresariales son menores y para solventar la situación recurren a una disminución en la inversión. El otro remedio es el de siempre: recortes de las plantillas para reducir la masa salarial. Y de aquí arranca el círculo infernal con el descenso en la demanda, lo que perjudica las ventas de las empresas y aumenta sus pérdidas. Para terminar de estropearlo, todos, consumidores y empresarios, a la vista de la situación, deciden dejar para más adelante sus compras e inversiones con la esperanza de encontrarlas más baratas. A partir de aquí todo va cuesta abajo: caída de salarios, de empleos, en el consumo, en el crecimiento y, de nuevo, caída en el nivel de precios.
Después de tosas estas consecuencias, ¿hay alguien que desee deflación? Esperemos que todo vaya recobrando su rumbo, que la confianza (aunque no en exceso) se apodere de los mercados y que todo vuelva a la normalidad.
DAVID MÉNDEZ

DEFLACION

En poco tiempo hemos presenciado una desaceleración, una inflación desbocada y una especie de estanflación coyuntural. Se ha pasado del todo a la nada sin que casi nadie se diese cuenta de que estaba pasando delante de nuestros ojos.
Curiosamente uno de los estados más difíciles de tratar en economía ha entrado sin que se le diese mayor importancia. Los precios se estancan a la vez que la economía. Lo fundamentales de la deflación son muy serios. En lugar de ver una moderación de precios y que el consumo se reactive por dicho motivo, se vive la inquietante recesión deflacionaria de los activos. Un tipo de caída de precios moderna que no afecta tanto al IPC como al precio de los valores. Lo que se espera es que se actúe antes de que alcance al IPC. Hay que ser conscientes del problema que la presente situación puede suponer. Luchar contra un territorio en deflación es muy complejo. Japón lo vivió en los noventa y ya se vio como lo pasaron.
Quizás fuesen las mismas actuaciones contra la inflación las que hayan desatado la deflación. El Banco Central Europeo mantenía tipos altos cuando todo el mundo le pedía que los bajase. El motivo era no exponernos a la deflación en un entorno dónde estábamos con un potencial muy bajo. Pero en dicha política sufrieron un grave desacierto. Se confundió una burbuja petrolera con la inflación y creyó que los salarios afectaban directamente sobre el precio de las cosas. Ese cálculo estratégico fue una chapuza y en los próximos meses se van a vivir sus consecuencias.
La inflación se aleja. Ya estamos en recesión y sin liquidez, sin confianza, con un enorme apalancamiento y con riesgos de ser insolventes en la mayoría de compañías y de algunos Estados. El consumo cayendo y el paro aumentando nos conducen sigilosamente hacía esa devaluación global de los activos. La verdad es que asusta. La deflación fue la antesala en los Estados Unidos de la Gran Depresión.
Una crisis deflacionaria es realmente negativa. Es la peor de las crisis y atiende a los patrones de una crisis sistémica como la que se puede divisar por el horizonte. La deflación convierte en profunda cualquier crisis ajustando el nivel de ocupación de una manera brutal y siendo muy agresiva con la contracción del consumo y la liquidez.
El problema es que se lo lleva todo consigo y retrasa la recuperación en gran medida. La caída de las materias primas, el petróleo, los activos inmobiliarios y un precio del dinero a la baja avivan el fuego. Y otro problema es que en muchos casos no se incluye la valoración de bienes inmuebles en las revisiones de índices de precios. En concreto España será uno de los países donde la deflación se cebará de un modo más evidente por culpa de esa burbuja inmobiliaria tan intensa que ha reventado.
El estancamiento económico ayuda a pensar que vivimos en recesión. Cae el valor de los pisos y el de las acciones en bolsa. El efecto pobreza se está trasladando a las ganas de consumir. La deflación de activos es una enfermedad muy difícil de combatir. Nos empobrece en general y refleja que no hay dinero y que el mundo es mucho más pobre de lo que cree. El retraso en el consumo es una de las consecuencias. Nadie compra algo que puede ser que esté más barato en breve. Una fase deflacionaria impide la tasación de activos al alza, tan necesaria para obtener crédito. Sin crédito no hay liquidez. Sin liquidez no hay consumo, sin consumo no hay demanda y sin demanda hay paro. Es un pez que se devora la cola.
Las soluciones pasan por revisar los activos, controlar los tipos, no actuar impulsivamente y ganar liquidez. El agujero ya está hecho, taparlo va a costar y las consecuencias son imprevisibles, por lo que de momento mejor inundar el mercado de dinero aunque parezca un absurdo.
ÓSCAR ANTÓN GALANTE

¿LLEGARÁ LA TEMIDA DEFLACIÓN?

De modo general se puede definir la deflación como el fenómeno contrario a la Inflación que consiste en la caída generalizada del nivel de los precios. Es el crecimiento negativo en el nivel de precios de una economía.
En España, por su dependencia energética, era impensable hace un tiempo que esto pudiera llegar a producirse jamás. Pero ahora por la caída en picado del precio del crudo, el exceso de paro, la destrucción de empleo neto, la situación de encefalograma plano en que se encuentra el consumo y la situación de clara recesión de la economía española, la inflación cae, y acecha la sombra de la temida deflación.
Desde el pasado mes de julio, la caída de los precios es tan fuerte y desconocida —en España, en la zona euro y en Estados Unidos— que para muchos es una obviedad que a mitad del año que viene los índices de precios al consumo (IPC) serán negativos aunque otros coinciden en que la probabilidad de que ese fenómeno se de, son limitadas, aunque llaman a evitar el riesgo, ya que la deflación es peligrosa, es un fenómeno que se retroalimenta y puede llevar a recesiones gigantescas. La explicación es sencilla: si creen que los precios tienden a bajar, los hogares retrasarán sus decisiones de consumo. La caída de la demanda lleva a las empresas a tener que competir en precio, que se recorta aún más. Para sostenerse, tienen que recortar empleos o salarios, limitando el poder adquisitivo de las familias e impulsando un nuevo descenso de la demanda.
Todo ello, aderezado por el hecho de que en un entorno deflacionista el recurso a la deuda sale más caro, porque el dinero a devolver en el futuro comprará más cosas que el que se toma prestado hoy. En definitiva, los incentivos a la inversión se reducen también por las expectativas de futuras caídas de precios de los productos. Una espiral de difícil salida, como demuestra el excepcional pero muy significativo caso de Japón. En occidente no se conoce desde el crack bursátil de 1929 y la Gran Depresión. Los economistas suelen reconocer que la temen mucho que a la inflación porque a la subida de precios saben cómo combatirla, pero la receta contra su caída no es tan clara.
¿Cómo afectaría la deflación a la banca? La deflación le afectaría, no solamente como un reflejo de la economía general, sino también por efecto directo de la baja de precios. Comúnmente, los bancos conceden créditos sobre garantías reales. Cuando hay deflación, ese bien pasaría a costar menos, además de que costará venderlo (no tiene liquidez). El préstamo original ahora estará en un mayor valor, así que al cliente le conviene entregar el bien (sale mejor que lo embarguen a uno), porque después de todo, el dinero el cliente lo agarró completo, y la garantía ahora vale menos.
El banco, a cambio de entregar dinero, recibe cemento, hierro y vidrio (si fuera una casa) que no puede convertir a dinero con facilidad, y si lo hiciera, recuperaría menos de lo que entregó, es decir, estaría haciendo un malísimo negocio, porque estaría incurriendo en pérdidas. También puede recibir una empresa quebrada o algún bien para administrar.
Y si un banco tiene pérdidas, quien pierde dinero es el depositante (además del banquero), por lo que todos trataremos de retirar el dinero y se producirían corridas en los bancos a cada rato

María Tejelo Gudiña.

martes, 23 de diciembre de 2008

Sentiremos los efectos de la deflación..?

Tras sufrir hasta hace pocos meses importantes tensiones inflacionistas por motivo de los elevados precios del petróleo, la agudización de la crisis financiera internacional, la cual ha provocado una intensa depreciación de los activos financieros, ha revertido las presiones hacia el otro lado, la tan temida deflación.

Tanto la aparición de la hiperinflación como la deflación provocan un efecto tremendamente pernicioso en el comportamiento de los agentes económicos. Mientras que en el caso de hiperinflación la extrema incerteza sobre la evolución de los precios paraliza la iniciativa de las principales decisiones económicas, en la deflación el problema surge en que los agentes económicos incorporan en sus expectativas importantes descensos en los precios en un futuro próximo, lo cual les lleva a retrasar sus decisiones de compra con la consiguiente ralentización en el dinamismo de la economía real.

La posible aparición de dicho fenómeno amenaza a la propia economía mundial, tras haberse instaurado definitivamente un proceso recesivo que ha desencadenado un estrepitoso descenso de la demanda mundial con una especial incidencia en la demanda de petróleo, principal causante de las tensiones inflacionistas hasta hace pocos meses.

Para identificar la propia existencia de la deflación no se comprueba tanto la evolución del Índice de Precios de Consumo (IPC) sino más bien en la senda que toma la inflación subyacente, indicador en el que se descuenta la contribución de los componentes más erráticos del índice de precios como son los bienes alimenticios elaborados y los productos energéticos.

Cabe destacar que este problema de precios no presenta el mismo perfil en todas las zonas económicas. Sin ir más lejos, en la zona euro se está produciendo más bien lo que conocemos como desinflación, donde la retracción de la demanda no ha sido tan intensa y la depreciación de los activos financieros no presenta tanta profundidad como al otro lado del atlántico.

Ante la posibilidad de entrar en deflación, las principales autoridades monetarias han revertido claramente sus políticas de cara a afrontar un escenario recesivo en el que tanto la restricción del crédito como la depreciación de los activos financieros está afectando en exceso al normal desarrollo de la economía real, por lo que se presume fundamental evitar que se acabe por establecer en la mente de los agentes dichas expectativas deflacionistas

El llevar a acabo una política monetaria excesivamente expansiva sin que se alcancen los objetivos deseados puede avocarnos a la llamada trampa de la liquidez, situación en la que la política monetaria deja de ser efectiva, debido a la existencia de un tipo de interés excesivamente bajo, hecho que elimina en el futuro cualquier posibilidad de maniobra en este ámbito de la política económica.

Por esta circunstancia se presume necesario combinar bajadas de tipos de interés con aumentos en el gasto público con la única intención de reactivar la demanda efectiva en la proporción adecuada con la que driblar al tan temido proceso deflacionario.

Recientemente la FED ha bajado los tipos de interés a niveles próximos a cero lo que se podrá traducir en un notable incremento del dinero en circulación, con su correspondiente traslación en subidas de precios, no obstante, la persistencia de los temores de deflación puede provocar un descenso de las transacciones con una especial incidencia en la propia rotación del dinero con lo que el efecto inflacionista de inyección de dinero en la economía quedaría completamente anulado.

Que el sistema funcione depende de que se produzca una importante demanda de liquidez por parte de las entidades financieras y que, de alguna manera, estas sean capaces de trasladar a los agentes económicos no solo estos recursos económicos sino la percepción de un escenario de tipos bajo en el futuro próximo, hechos que les permitirían a los agentes económicos poder ahuyentar de su percepción la mera posibilidad de que se produzca la tan temida deflación, y que, junto a una política activa de gasto público, se consiguiese finalmente reactivar el flujo circular de la renta y sacar así a la economía de una situación recesiva.

Fecha: 22 de diciembre de 2008
RUBÉN VÁZQUEZ

viernes, 19 de diciembre de 2008

EL ENEMIGO A LAS PUERTAS

¿Qué es la deflación?, pues es ni más ni menos que el descenso del nivel de precios debido, generalmente, a una fase de depresión económica o a otras causas. Pues desde mi punto de vista en España estamos entrando en una espiral deflacionista, ya que el nivel de precios está bajando y actualmente nos encontramos en un escenario de crisis que se vía venir por nuestro modelo de crecimiento económico basado en la promoción inmobiliaria.

Este modelo de crecimiento ha sido tal  que ha enmascarado lo que realmente tenía que hacerse, que eran reformas estrcuturales en la economía española para que está se diversificara y no dependiese del ladrillo y que consiguiera niveles mayores de eficiencia y de innovación con objeto de hacer frente a la competencia internacional.

Este modelo llevó consigo un crecimiento elevado de la inflación, ya que cada año era más caro comprar una vivienda, que también en parte fue fomentada por la especulación que se provocó alrededor de los inmuebles y suelos urbanizables, ya que se conseguían mayores beneficios en estás operaciones que realizando inversiones en los mercados financieros o en otro tipo de activo financiero. Pero también provocó un emprobecimiento hacelerado de la mayoría de la población española que animada ante los bajos tipos de interés se lanzarón a una espiral de pedir financiación para adquirir inmuebles y para todo tipo de menesteres que en ocasiones se producía la paradoja que lo que pedían era superior a la tasación de la garantía de la hipoteca. Esto provocó que ante el inevitable subida de tipos de interés la gente viera que su nivel de renta disponible después de hacer frente a sus obligaciones se fuera rduciendo constantemente provocando un estragulamiento en la demanda, por lo que afecta a las empreas y al nivel de empleo, lo cual lo estamos padeciendo en estos instantes.

Pero también entraron en este juego las empresas y los bancos, ya que estos últimos concedían fianaciación a empresas que apenas tenían con que responder, es decir los bancos asumían prácticamente todo el riesgo de estas empresas, así se están viendo la quiebras de varías inmobiliarias, como la archiconocida Martinsa-Fadesa, lo que está provocando aún más pánico en la población que hace que está aún posponga más su consumo lo que provoca que en esta economía de consumo provoque mayor daño.

Desde mi punto de vista en 2009 estaremos en deflación y tendremos tipos de interés cercanos al 1.5%, la gente psopndrá su consumo en espera de que los precios bajen más, lo que hace que haga menos demanda y por ende menos nivel productivo  de las empresas y por lo tanto más parados. Si no tenemos cuidado nos podrá llevar a una crisis a la japonesa, ya que la mayoría de los sintomas se están repitiendo, salvo en que en España nos está afectando de forma notable la bajada del precio del petróleo para que el nivel de precios baje, pero si mis prediciones se cumplen será más difícil valorar los activos y por tanto que se dé liquidez ya que será dificil darla en esta situación en donde no se pueden valorar los activos, lo que hará que la economía se enfríe y provocando un efecto negativo en la pobalción, ya que se agrabarán las diferncias económicas entre la población, entre la mayoría mil eurista y el resto, curioso en estos tiempos, en donde nos hartamos de oir todo lo contrarío. El peligro está ahí, esperemos que alguién reaccione.    

DAVID FERRACES 

SE EXTIENDE EL TEMOR A LA DEFLACIÓN

La deflación es la caída generalizada del nivel de precios de bienes y servicios en una economía. Es el movimiento contrario a la inflación. Esta situación económica en que los precios disminuyen es producida por una falta de demanda, y es mucho más maligna, y temida por los empresarios que la inflación.

La deflación puede desencadenar un círculo vicioso: Los comerciantes tienen que vender sus productos para cubrir al menos sus costes fijos (entendiendo que el precio ya no alcanza para pagar los costes variables), por lo que bajan los precios. Con precios bajando de forma generalizada, la demanda se disminuye más, porque los consumidores entienden que no merece la pena comprar si mañana todo será todavía más barato. En la inflación, sin embargo, ocurre todo lo contrario, dado que los consumidores prefieren comprar antes los bienes de larga duración, para anticiparse a subidas de precios.

            El riesgo de una posible deflación a causa de la crisis que vivimos hoy en día es inminente. Es más, me atrevo a decir que la inflación ya está aquí: El crudo cuesta ahora poco más de la mitad de lo que costaba hace apenas tres meses, y las tensiones en los precios de los alimentos han desaparecido. La deflación está empezando por las materias primas... pero continuará y se extenderá a todos los niveles. La vía por la que deben actuar nuestros políticos es a través  del intento de estimular la demanda. Ya sea con políticas monetarias (poniendo más dinero en circulación, con la consiguiente bajada de tipos de interés) o fiscales (aumento del gasto público o una reducción de impuestos). Pero ambas medidas tienen el problema de que aumentan el endeudamiento del Estado.

            Endeudarse fuertemente tiene un problema, y es que cuanto más deuda emitas, más altos tendrás que pagar los intereses: por una parte, porque aumenta tu nivel de riesgo, y por otra parte, porque se incrementa la oferta de títulos y tienes que ofrecer más para atraer a más inversores.

            Aunque para mucha gente la deflación es un riesgo menor, yo no lo tengo claro, ya que a diferencia de la inflación que ya parece una más de la familia, el escenario deflacionista en que vivimos es algo nuevo y nos veo con capacidad de actuación como para poder capear este temporal.

 

IÑAKI GÓMEZ

martes, 16 de diciembre de 2008

¿Deflación en el siglo XXI?

La deflación es una y disminución generalizada y continuada del nivel general de precios. Lo que en un inicio nos puede parecer la panacea, que los precios de lo que compremos esta bajando, comprar más barato, mañana que hoy, es realmente muy preocupante, sobre todo si es un shock de demanda, dado que esa caída de precios podría estar retroalimentando la debilidad de la demanda.

¿Por qué está el mercado pensando en que entramos en está situación?

Una de las explicaciones puede ser que el BCE, pensó solo en que no se disparara la inflación y eso provoco que no se bajaran tipos de interés, ahora Trichet claudicó, y ahora se aleja la inflación, pero estamos con menor liquidez, confianza y apalancamiento, y con todos los riesgos de solvencia que tiene el mercado, si a esto le unimos que existe deterioro de empleo, y todo esto suma una bajada de la demanda.

Podemos hablar de dos grandes costes de la deflación:
· Reduce la operatividad de las herramientas de política monetaria para estimular la economía.
· Dificulta el pago de las deudas al incrementarse el tipo de interés real, la deflación redistribuye la renta de los deudores hacía los acreedores, esto provoca que ahora con alto endeudamiento de familias y empresas, provoca quiebras, destrucción de recursos productivos y un ineficiente funcionamiento del sistema bancario.

¿Qué podemos hacer para evitar la deflación?
La más importante sería la bajada de tipos. Lo mejor sería que la economía se recuperara con está medida, pero que ocurre si esto no es efectivo.
Que caeríamos en una trampa de liquidez, y en ese momento el BC, se quedaría con poco margen de maniobra. También debemos contar que con tipos muy bajos los fondos monetarios no son rentables, lo que provocaría que nuevas salidas de fondos y con ello turbulencias en los mercados financieros.

· Estimular la demanda vía inyección de dinero directo en los bancos, opción bastante factible después de la nacionalización de bancos en Europa y Estados Unidos.
· Recompra de bonos en distintos tramos de la curva, lo que provoca que se reduzca los tipos en esos plazos
· Estímulo fiscal por parte de las administraciones públicas.
ANTONIO VÁZQUEZ

MÁS MOTIVOS PARA EL DESANIMO.

La inflación ha dado un respiro a los bolsillos de los españoles. El descenso en los precios del petróleo, en los precios de algunos alimentos y la caída del consumo han provocado el mayor recorte de la tasa general del IPC en 21 años. Ahora, el gran peligro de la economía se concreta en la temida deflación.
Se entiende por deflación no sólo una caída de los índices de precios sino también un crecimiento del IPC inferior al 1%. Los economistas suelen reconocer que temen mucho más a la deflación que a la inflación, porque a la subida de precios saben cómo combatirla, pero la fórmula contra su caída no es tan clara. Es en este punto donde conviene recordar algunas de las palabras de Keynes: “La baratura que se debe a una mayor eficiencia y especialización en las artes de producción es, efectivamente, un beneficio. Pero, la baratura que significa la ruina del productor y paro es uno de los mayores desastres económicos que posiblemente puedan ocurrir”.
La deflación es nociva porque puede desencadenar un círculo vicioso y perverso. Entre éstos, se destacaría un gran incremento en el desempleo. Los acontecimientos se desatan rápidamente a partir de esa negativa evolución de los precios. Las empresas sufren la reducción de los precios con una caída en los ingresos, que no pueden compensar con un descenso de los costes. Por tanto, los márgenes empresariales son menores y para solventar la situación recurren a una disminución en la inversión y a recortes de las plantillas para reducir la masa salarial. Y de aquí arranca el círculo infernal con el descenso en la demanda, lo que perjudica las ventas de las empresas y aumenta sus pérdidas. Para terminar de estropearlo, todos, consumidores y empresarios, a la vista de la situación, deciden dejar para más adelante sus compras e inversiones con la esperanza de encontrarlas más baratas. A partir de aquí todo va cuesta abajo: caída de salarios, de empleos, en el consumo, en el crecimiento y, de nuevo, caída en el nivel de precios.
Otra característica muy negativa del proceso de deflación es el aumento de los tipos de interés reales, que se obtiene de restar la inflación a los tipos de interés nominales. Y como esta tasa es negativa, se aumenta el tipo real a soportar por las empresas. Una de sus consecuencias es el incremento de la deuda de las empresas y de la dificultad para acometer inversiones. El impago de los créditos empresariales compromete también al sistema financiero, que puede verse arrastrado en última instancia a sufrir problemas de insolvencia y poner en peligro la estabilidad económica de cualquier país.
Una de las formas de hacer frente a la deflación es disminuir el valor del dinero, para lo cual se debe colocar más dinero en circulación, complementado con la disminución de la tasa de interés, lo cual incentiva el crédito de consumo y de inversión, reactivando de esta forma la demanda. Esta medida ha sido tomada tanto en Europa como en EEUU y no se reactiva la economía, no se conceden créditos. Ante eso, lo único que puede hacer el banco central es, de nuevo, bajar los tipos nominales, pero ¿Qué ocurre si los tipos de interés ya están muy bajos? Es imposible que bajen del 0%, pero la deflación no entiende de límites. En este caso la política monetaria no tendría ninguna consecuencia y estaríamos ante lo que Keynes definió como trampa de liquidez: tipos de interés nominales muy bajos incapaces de reactivar la economía.
Otra forma para combatir la deflación es a través de la política fiscal: aumento del gasto público y una reducción de los impuestos. En el primer caso, se intenta suplir la ausencia de demanda del sector privado con la del sector público, quien a la vez se convierte en un generador importante de empleo, lo cual resulta muy atractivo, puesto que el desempleo es una de las causas directas de la deflación. En el segundo caso, la reducción de impuestos supone más dinero para gastar en manos privadas, y un incentivo al consumo, pero a la vez menor dinero en manos del estado, y si no tiene suficiente dinero, difícilmente podrá impulsar la demanda mediante el consumo público, por lo que si se inclina por el primer caso también, deberá financiar el incremento del gasto público con endeudamiento.

Mª Teresa Prieto Sánchez.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Y AÚN MÁS CONSECUENCIAS DE LA CRISIS

En la deflación, como caída de los precios en el conjunto de la economía que se prolonga durante varios períodos (al menos dos trimestres según el FMI), se excluyen las caídas de precios en sectores concretos o que se produzcan de forma puntual.
Conviene distinguir deflación de desinflación, término que aparece con cierta frecuencia en los medios de comunicación. En la desinflación siguen creciendo los precios pero a un ritmo menor, mientras que la deflación implicaría tasas de variación negativas del IPC. Ésta última se produce cuando la oferta de bienes y servicios en una economía es superior a la demanda: el sector empresarial se ve obligado a reducir los precios para poder vender la producción y no verse obligado a acumular stocks. El impacto de este desajuste sobre los precios puede verse acentuado por cambios estructurales en la economía mundial que impliquen un incremento de la productividad o de la competencia entre las empresas, como ocurre en los últimos a los con la progresiva desaparición de las barreras al comercio mundial y la liberalización de sectores básicos (telefonía, transporte, energía) en muchos países.

En realidad, la deflación ha sido un fenómeno muy poco frecuente en el siglo XX, donde sólo se han registrado dos casos relevantes. El primero, ya citado, fue la Gran Depresión nortemericana que se reproduciría en Japón y Suecia (-25% y -20% en precios). El segundo se observa en Japón desde mediados de los 90 hasta la actualidad.
Los efectos de la deflación sobre la actividad económica son muy negativos y difíciles de corregir. Un descenso de los precios deteriora los resultados empresariales, lo que implica recortes de plantilla y de inversión en bienes de equipo, lo que a su vez lleva a una disminución de la demanda que de nuevo recorta el excedente empresarial. En ausencia de políticas correctoras, la salida de este círculo vicioso sólo se produce cuando los precios han disminuido lo suficiente para que los consumidores y empresas puedan restablecer progresivamente su nivel de demanda. Además, la deflación provoca fuertes distorsiones en la actividad financiera, ya que aumenta la carga real de intereses que sufren los deudores. En efecto, los tipos de interés no pueden disminuir por debajo de cero, pero los precios están cayendo, lo que aumenta el poder adquisitivo del dinero.
Las políticas que la Administración puede aplicar para actuar contra la deflación estarán orientadas a potenciar la demanda para cubrir el desfase con la oferta. El consenso entre los economistas sobre la mejor opción se limita al énfasis en actuar a priori (prevenir la deflación) más que a posteriori (combatir la deflación). A partir de ahí, las opiniones se agrupan en torno a dos propuestas. La primera (monetaristas) sugiere bajar los tipos de interés y aportar fondos a las entidades financieras para fomentar el crédito a familias y empresas. La segunda (keynesianos) propone incrementar el gasto público para dinamizar la economía. Normalmente, la opción más adecuada dependerá de cada situación y consistirá en una combinación de ambas propuestas. Por ejemplo, durante la Gran Depresión la Reserva Federal disminuyó los tipos de interés hasta el 0,5% a principios de 1930. Sin embargo, en estas condiciones las familias preferían atesorar su dinero en casa ya que la rentabilidad que ofrecían las entidades financieras era muy reducida (trampa de la liquidez). Al no disponer de recursos de clientes, los bancos no podían conceder préstamos para la actividad productiva. Por ello, fue la política de estímulo a través del gasto público acometida por el presidente Rooselvelt en el marco del "new deal" la herramienta que permitió superar la crisis.

Parece claro que durante los últimos años se ha producido una fuerte inflación que no ha sido recogida por los índices oficiales. Al fin y al cabo, el IPC sólo cuantifica las subidas de determinada cesta de bienes de consumo, lo que viene a ser como calcular la velocidad media de un vehículo teniendo en cuenta sólo sus recorridos urbanos, o como calcular la altura media de los españoles utilizando como referencia a la selección nacional de baloncesto.
Según el INE, entre 2000 y 2008 la inflación fue del 30% (es decir, apenas un aumento medio del 3,8% anual), cuando en ese mismo período el precio de la vivienda en propiedad creció un 144%. Por qué la cirugía estética contribuye a medir la inflación pero la vivienda en propiedad no es algo que sólo el simplismo de los ilustrados en dos tardes podrá justificar, pero en todo caso no cambia lo fundamental: quien quiera medir las subidas de precios con el IPC estará haciendo el ridículo.¿Y por qué han subido tanto los precios en la economía (especialmente en la vivienda)? La explicación cuantitativista más sencilla es que la cantidad de dinero se ha incrementado mucho en los últimos años, lo cual, en cierta medida, es cierto: los depósitos de la banca española aumentaron un 150% entre 2000 y 2007. Sin embargo, y especialmente ahora, cabe fijarse en un criterio más cualitativo: el Banco Central Europeo y el sistema bancario en general han respaldado el dinero emitido por activos de mala calidad.
IRENE DE CASTRO

jueves, 11 de diciembre de 2008

SOBRE RETRIBUCIONES:

Al final, cuando se salga de esta maldita crisis, se sabrá cual ha sido la política económica correcta tal y como ha ocurrido en las ultimas crisis.
Sabemos que los bancos, por ser un sector estratégico, van a ser salvados en caso de otra catástrofe financiera como esta cosa que no van a gozar otros sectores económicas (por ej. Automovilístico). Algo meramente lógico, sino comenzaríamos una caída en picado hasta el fin del sistema económico actual. Esto es algo que saben muy bien sus directivos.
En esta crisis, los que quebraron no fueron los bancos pequeños, ya que corrieron menos riesgos, sino los gigantes financieros mundiales debido a sus incontrolables ansias de crecer a toda costa. Estos fueron los que provocaron la crisis financiera que asusta tanto, la cual indujo a la crisis económica actual.
Al menos hasta ahora, la mayoría de los altos directivos de gigantes bancos, propiedad de muchos, interés de pocos, se fijan sus propios salarios, tanto la parte fija como la variable. Además de una no pequeña indemnización en caso de despido para cuando las cosas vayan mal. Estos altos directivos de gigantes bancos tienen incentivos suficientes como para incrementar beneficios artificialmente (ya que sus salarios variables están ligados a la cuantía y/o al crecimiento de los mismos) a costa de provisionarse inadecuadamente o mediante instrumentos de ingeniería contable que impiden ver la realidad contable de la empresa.
Simplemente ellos aseguran que su contribución al valor añadido del banco es de X y se merecen, como honrados, buenos y fieles trabajadores, una proporción de X, es decir, de lo que ellos dicen que aportan.
Cuando las cosas vienen mal a ellos los ponen de patitas en la calle con una bonita jubilación por delante y eso que son los grandes “sufridores” de la crisis. ¡Que se lo digan a las familias de a pie! Tal y como dice Thomas Friedman “cuando no tienes riqueza acumulada y no tienes empleo, la tasa de paro no es del diez por cien, es del 100%”.
CONCLUSIÓN: Si el sector bancario va a ser salvado siempre que las cosas le vayan mal, sus directivos NO DEBERÍAN FIJARSE SU PROPIO SUELDO Y MENOS SU INDEMNIZACIÓN en caso de despido cuando lo hayan hecho mal tal y como se está haciendo como ahora. Deberían tener un límite salarial y fijarlo no sólo en función de los incrementos de beneficios sino también en función de la solvencia, hoy y futura, del banco. Parte de su salario de hoy debería ser remunerado en el futuro (mas tarde de cuando deje sus cargos en el banco). Asi si el directivo de turno la cagó no percibiría una parte del sueldo y si lo hizo bien pasará una buena jubilación con la paga que le debía el banco. Así, el incentivo para el banquero, tal y como ha sido siempre, es y será la supervivencia del banco.
SANTIAGO MORÁN MELLE

martes, 9 de diciembre de 2008

REFORMA DEL MERCADO FINANCIERO

Las economías de todo el mundo se ven afectadas por el revuelo financiero. Éstas proponen un plan de acción dirigido a fortalecer los fondos propios de las entidades financieras con problemas, devolver la liquidez a los mercados de crédito, restaurar los mercados secundarios donde se negocian títulos con garantías hipotecarias y proteger a los inversores y ahorradores.

Los mandatarios del G-20, más España y Holanda, se han comprometido a llevar a cabo una reforma de los mercados financieros para dotarlos de mayor transparencia y a trabajar juntos para restaurar el crecimiento global.

Los objetivos clave son comprender las causas de la crisis global, examinar la efectividad de respuesta, establecer los principios de reforma de los sistemas financieros, lanzar un plan de acción para poner en práctica dichos principios y reafirmar que los principios del libre mercado ofrecen el camino más seguro hacia la mejora de la situación económica.

En Estados Unidos se han tomado medidas para aumentar la liquidez, recapitalizar instituciones financieras, garantizar los nuevos préstamos emitidos por bancos y evitar el colapso de empresas grandes.

En Europa los gobiernos también están adquiriendo participación en bancos y proporcionando garantías gubernamentales para préstamos. En Asia han reducido las tasas de interés y han puesto en marcha importantes planes de estímulo económico. En Oriente Medio han garantizado depósitos y expandido los préstamos gubernamentales para bancos.

Los países de todo el mundo han tomado medidas sin precedentes. Varios bancos centrales llevaron a cabo una reducción de la tasa de interés. La Reserva Federal está aumentando la liquidez que necesitan los bancos centrales de todo el mundo. El FMI y el Banco Mundial intentar asegurar que las naciones en desarrollo puedan superar la crisis.

Además de hacer frente a la crisis actual, será necesario realizar reformas más extensas para dar mayor solidez a la economía mundial a largo plazo.

Una de las bases de la reforma es que los países deben incrementar la transparencia de los mercados financieros, deben asegurar que los mercados, firmas y productos financieros estén regulados, deben aumentar la integridad del mercado financiero, deben aumentar la cooperación entre las autoridades financieras del mundo, deben reformar las instituciones financieras internacionales y también deben proseguir con otras reformas para hacer al Fondo Monetario y al Banco Mundial más transparentes, responsables y eficaces.

La gran amenaza para el progreso económico no es que la participación del gobierno en el mercado sea insuficiente, sino excesiva. El objetivo no debe ser una mayor participación de gobierno, sino mayor sensatez en el gobierno.

La cumbre terminó con las bases de reformar y fortalecer los mercados financieros, pero con la advertencia de que la responsabilidad es de cada país y que hay que evitar la regulación excesiva. También se acordó dar un mayor peso a los países emergentes y en desarrollo, en los organismos internacionales. Y fortalecer la transparencia y la regulación de los mercados.

BEGOÑA REQUEIJO

SOBREVIVIR

Actualmente vivimos una época en el que la competencia entre empresas es muy grande, sobre todo si hablamos de las grandes y muy grandes compañías (la mayoría de las cuales cotizan en bolsa). Con el gran endeudamiento que tienen la mayoría de las empresas de muchos sectores (bancario, construcción, inmobiliario automovilístico…) para sobrevivir, buscan aumentar el cashflow. Para ello tienen varias opciones:
1.- Las empresas que quieren conseguir mayor cuota de mercado bajan los precios, es decir, disminuyen el margen ordinario. Esto provoca que las empresas que se conforman con tener la misma cuota tengan que bajar también sus precios (la ley básica de la oferta y la demanda) por lo que al final todos se quedan con una cuota similar (al menos en el corto plazo) y con menor facturación.
2.- Aumentar la facturación por cliente. Difícil ya que las familias, asustadas por el colapso de la economía están: (A) Incrementando sus ahorros, es decir, renunciando a una parte de su consumo actual para poder aumentar la capacidad de consumo futura o bien (B) están reduciendo su elevado endeudamiento a costa de consumir menos hoy.
3.- Diferenciarse de la competencia: Hoy las empresas se copian mutuamente las innovaciones en los productos cada vez de forma más rápida, esto dificulta que las empresas se puedan diferenciar en el mercado desde la calidad o el diseño del producto hasta el marketing. Las empresas que se diferencian por tener resultados mejores que sus homólogas, es porque simplemente tienen un equipo directivo que sabe gestionar mejor que el resto. De momento, la vía de diferenciación más complicada de copiar entre empresas similares es la forma de dirigir y gestionar la compañía.
CONCLUSIÓN: Si la empresas sólo compiten en precios, ya que sus productos son similares a los de la competencia, la reducción de costes es muy limitada (el nivel de eficiencia de las empresas ya era muy grande antes de la crisis y por tanto es difícil mejorarlo), están fuertemente endeudadas y les es muy costoso conseguir nuevos clientes, entonces, la única vía para sobrevivir es la de reducir plantilla, lo que retroalimenta el circulo vicioso de la crisis, alargando aún más la salida del túnel en el que estamos.
Por tanto creo que para romper el círculo vicioso de la crisis, ahora y mas que nunca, debemos invertir en educación y en I+D+i, sobre todo en sectores con capacidad de arrastre sobre el resto.
SANTIAGO MORÁN MELLE

viernes, 5 de diciembre de 2008

Del vértigo de la crisis…. a la posibilidad de deflación:

Vivimos tiempos cambiantes en el sector económico, si hace unos meses veíamos como los principales bancos del mundo hincaban la rodilla cual gigante pidiendo auxilio, ahora nos vemos amenazados por la posibilidad de entrar en un periodo de deflación

¿Qué es la deflación? . Pues muy a grandes rasgos consiste en el acercamiento de los tipos de interés a números cercanos a cero. Esto, a primera vista puede parecer bueno, menos tipos de interés, menos gasto, mucho mejor. Pero en verdad lo que resulta es que se esta asesinando el mercado, las materias primas, inmuebles, acciones…. en general todo vale menos, por lo que la gente tarda mas en comprar ya que cree que esto seguirá bajando, con la consecuente disminución de la demanda y todo el desajuste que esto provoca en el equilibrio del mercado.

¿Los nuevos problemas? Por un lado, la dificultad adicional que entraña luchar contra un escenario deflacionista y, por otro, que puede conducir a una situación parecida a la que vivió la economía japonesa en la década de los noventa. Un futuro nada halagüeño que merece la pena evitar.

Por este motivo los principales países comenzando por EEUU, intentan escapar de este fenómeno con medidas para favorecer el crecimiento económico, pues desde el momento en que se aumenten las posibilidades de inversión, se incentivara el uso de criterios de selección en el sistema bancario. De esta manera, el crecimiento económico elevará los tipos de interés a largo plazo, y con ello devolverá la disciplina al mercado.

En el caso de España la inflación esta retrocediendo, desde una cota del 5,3% en julio ha suavizado su avance hasta un 2,4%% en noviembre lo que demuestra el temor a una época de inflación cero, periodo que a mi modo de ver no sufriremos a no ser que los bancos centrales se crucen de brazos y no generen liquidez en el mercado. Solo e tiempo nos dirá la verdad.
LUIS MIGUEL CASTRO ÁLVAREZ

jueves, 4 de diciembre de 2008

Un nuevo problema para la crisis financiera: LA DEFLACIÓN

A la vez que docenas de países están teniendo problemas financieros, una nueva amenaza podría estar naciendo: la deflación; esto es, la posibilidad de que los productos se stockeen por la ausencia de compradores y los precios caigan gradualmente, sofocando a la inversión y empeorando el desempleo por muchos meses, o incluso años.

Hace apenas unos meses, los líderes mundiales estaban preocupados por el problema inverso, la inflación, en tanto los crecientes costos de petróleo y alimentos se filtraban a través de la economía global. Pero ahora parece que todo ha cambiado. Mientras la economía de EEUU sigue debilitándose, así como la de muchos países, la demanda de petróleo, hierro y otras commodities ha disminuido drásticamente, derrumbando los precios.

La nueva preocupación es que el fin de la escalada inflacionaria sea el comienzo de un largo proceso de alejamiento el que los consumidores pierdan su capacidad de compra y los precios de muchos productos caigan bruscamente. Eso llevaría a la reducción de la producción y a la aceleración de los despidos, extrayendo sueldos de la economía y debilitando la demanda de muchos productos y servicios.

El peligro de la deflación radica en la dificultad para encontrar un remedio. Una economía puede quedar atrapada por la deflación varios años (como es el caso de Japón en la década de los 90), incluso cuando las tasas de interés se contraen hasta cero. La caída de los precios reduce las oportunidades rentables, por lo que las firmas son reacias a invertir incluso cuando pueden endeudarse casi gratuitamente.

La mayoría de los economistas piensan que EEUU (que es dónde se originó esta crisis global) tiene las herramientas necesarias para eludir el impacto de la deflación. Habrá que esperar a ver que sucede, pero por el bien de todos esperemos que la deflación no nos golpee bruscamente porque podríamos tardar varios años en salir de ella.
LUCAS RIVAS

miércoles, 3 de diciembre de 2008

LA TEMIDA DEFLACIÓN

Cuando hablamos de deflación nos referimos de la caída generalizada de los precios en una economía, ¿y por qué esto es peligroso? Porque se trata de un circulo vicioso en el que los consumidores no están dispuestos a comprar, pues consideran que pueden hacerlo más adelante si los precios siguen bajando. A su vez las empresas pueden sacar su stock al mercado y entran en el juego de bajar los precios (al reducirse el coste de las materias primas se reducen los costes de producción y las empresas ajustan los beneficios a estos costes). Esto provoca que el dinero en circulación se encuentre retenido y el poder adquisitivo de las familias se contrae, lo que provoca la paralización de la economía.
La hipotética deflación afecta a la psicología básica de los mercados y al no haber más precedentes que el caso japonés, no están muy estudiadas cuáles serían sus efectos sobre la economía real. Lo que sí está claro es que es muy difícil salir de esta situación y que la deflación y la recesión se retroalimentan.
¿Qué datos nos hacen pensar en una posible deflación? Todos los indicadores de coyuntura indican que el riesgo real es de una depresión con consecuencias impredecibles, una recesión intensa y prolongada, con una fortísima destrucción de empleo, hundimiento del consumo, parálisis empresarial, y posiblemente la temida deflación.
Por eso urge una vacuna preventiva, inyectando liquidez en el bolsillo del consumidor y de las empresas. Pero esta tarea no puede quedar sólo en manos de la política monetaria. Con el mercado de crédito obstruido es preciso actuar con bajadas en los impuestos a familias y empresas, a pesar de que la política monetaria deje de ser efectiva, lo que Keynes definió como la trampa de la liquidez, que aparece cuando las autoridades monetarias, tratando de estimular la demanda, llevan los tipos de interés que pueden controlar (tipos de interés a corto plazo), a un nivel cercano a cero, pero no consiguen la reactivación. En la Zona Euro contamos con recorrido para poder actuar sobre los tipos de interés, no es así en los Estados Unidos donde los tipos están en el 1%.
Pero como dice Joaquín Almunia, Comisario Europeo de Asuntos Económicos, “No hay quién pueda resolver sus problemas económico en una situación como la actual sin coordinar sus políticas económicas”, refiriéndose a la necesidad de políticas coordinadas entre los países de la Zona Euro. Otra consecuencia de la globalización.
GONZALO PÉREZ LLANO

martes, 2 de diciembre de 2008

TIRITILLAS PARA UNA GRAN HERIDA

Recientemente se ha celebrado la tan nombrada Cumbre de Washington tras la cual se han anunciado que las cosas empiezan a cambiar en el gobierno mundial por haber nuevos actores que representan un mayor número de Estados y una mayor diversidad y por haberse planteado los problemas de otra forma y haberse establecido una agenda y un nuevo plan de acción.
Pero lo cierto es que las medidas adoptadas no son más que tiritas en la medida en que la crisis que se sufre a día de hoy es distinta de las recesiones sufridas en los últimos años. Recesiones que tienen lugar cuando la economía se recalienta y tras años de acelerado crecimiento, la inflación se acentúa y los bancos centrales suben los tipos de interés para provocar una desaceleración que se soluciona con una bajada de tipos que restablecen el equilibrio económico, sirviendo el sector financiero como mecanismo de transmisión de los impulsos de política económica, aumentando para luego reducir el coste del crédito.
Sin embargo esta crisis tiene su origen en las grandes pérdidas del sistema financiero y en la quiebra de confianza en el mercado crediticio, no siendo transmitidas a la economía real las bajadas de tipos de interés por lo que la política monetaria es poco efectiva.
Y esta es la línea que está siendo seguida por todos los gobiernos del mundo que hacen lo que pueden para evitar la fatídica combinación entre el desplome de la actividad, el frenazo del consumo y una restricción del crédito y caídas de precios.
Medidas a las que se comprometían los líderes del G-20 el 15 de Noviembre a pesar que esta masiva movilización de los recursos disponibles se traduce en una vuelta a los déficit públicos, un incremento en las emisiones de deuda de los Estados y la puesta en marcha de políticas hasta ahora consideradas heterodoxas y que suponen una financiación con dinero del contribuyente.
En lo que respeta a España, seguir las pistas a las actuaciones del Gobierno contra las crisis no es fácil. Intervención que en un principio se centro en facilitar la financiación del sector privado, bonificando los tipos de interés, alargando los plazos de préstamos y avalando operaciones de endeudamiento y que en la actualidad está centrada en una intervención directa con la finalidad de reactivar la economía como es por ejemplo el plan extraordinario de inversiones para inyectar en el sector privado una cifra equivalente al 1.2% del PIB.
Gobierno español que ha recopilado todas las medidas elaboradas en el llamado “Plan español para el estimulo de la economía y el empleo” que aglutina toda una serie de ayudas para las familias, las empresas, para fomentar el empleo y de apoyo a la banca.
Por lo que de momento tanto a nivel nacional como internacional se están intentando tapar aguajeros con parches que dejan al descubierto otros diferentes.

Rebecca T. Vilariño

lunes, 1 de diciembre de 2008

Declaración de intenciones

Una vez puestas las primeras tiritas al sistema financiero mediante los numerosos rescates bancarios que durante los pasados meses llenaron las páginas de los periódicos, llega el momento de buscar alternativas y soluciones estructurales y no sólo actuaciones impulsivas que pueden no conducir a nada.
Del mismo modo que lideró el plan de recapitalización de la banca en el Reino Unido, Gordon Brown es el primero en proponer reformas en la regulación financiera internacional para evitar volver a caer en los errores que condujeron a la crisis. El primer ministro británico propone una serie de medidas cuyo fin es el establecimiento de un orden financiero que asegure confianza en el sistema y en el que se aprecien mecanismos que puedan regular el movimiento global de los capitales.
La primera de estas medidas es la dotación de mayor transparencia al sistema, con mayores exigencias de información a las entidades financieras, un sistema de contabilización de activos más claro y supervisiones en el mercado de los derivados, que permiten a los inversores reducir el riesgo de crédito con las entidades. La segunda medida es la dotación al sistema de mayor integridad, supervisando a las agencias de rating y fijando sistemas de remuneración de los directivos basados en la creación de valor a largo plazo. La tercera propuesta es la exigencia de capacidad y experiencia de los ejecutivos. El cuarto punto sería definir una nueva regulación bancaria que defina la liquidez y solvencia que deben tener las entidades financieras, con métodos para impedir la formación de burbujas financieras. Por último es necesaria la cooperación internacional para que la nueva regulación funcione.
En el marco de esta cooperación internacional y entendimiento común se reunieron las principales economías en Washington para celebrar la Cumbre del G-20.
La cumbre aprobó por unanimidad una serie de acuerdos que no difieren mucho de los propuestos previamente por el primer ministro británico. Búsqueda de integridad, transparencia, regulación, uso de medidas fiscales para estimular de forma rápida la demanda interna, ayuda en la financiación a las economías emergentes y en desarrollo…
En resumidas cuentas, acuerdos y compromisos que no dejan de ser una mera declaración de intenciones, especialmente al comprobar que muchos de estas supuestas soluciones aparecen en cada una de las cumbres, reuniones, o congresos internacionales y se vuelve a caer una vez tras otra en los mismos errores.

PEDRO VIDAL