La aplicación de Basilea II a lo largo de 2008 en la mayoría de los países europeos y en 2009 en las entidades crediticias estadounidenses, no solo supondrá un gran cambio en el modelo de gestión de las entidades crediticias si no que también transformará las relaciones entre la banca y las empresas, e incluso con los propios particulares.
Basilea II se basa en tres pilares; Pilar I: Requerimientos Mínimos de Capital; Pilar II: Revisión Supervisora; Pilar III: Información al Mercado. Los tres funcionarán conjuntamente, ya que las entidades tienen que tener un nivel mínimo de recursos propios, deben disponer además de sistemas internos para calcular el capital económico o capital ajustado al riesgo necesario (que es diferente al capital regulatorio), también deben ser capaces de determinar su perfil de riesgos y finalmente deben ser lo suficientemente transparentes al mercado.
Entre las novedades, respecto a Basilea I; es que no solo el riesgo de crédito y mercado supondrán un consumo de recursos propios, sino que ahora el riesgo operacional también consumirá recursos propios de las entidades. Pero quizás la novedad más salientable, debido a sus posibles repercusiones, es la nueva forma de medir el riesgo de crédito; debido a que existen tres enfoques distintos para el cálculo de de los requerimientos mínimos de recursos propios. El primer enfoque, es el método estándar para la ponderación de riesgo, (basado en evaluaciones externas por parte de agencias de calificación, similar al método actual pero con ciertas variaciones en las ponderaciones). Los otros dos enfoques son los de los ratings internos, el IRB Básico (se centra en predecir la probabilidad de mora de un cliente) y el IRB Avanzado (además de la tasa de morosidad, es capaz de estimar la severidad y la exposición). Lo que busca Basilea II, es que las entidades utilicen estos últimos métodos para el cálculo del riesgo de crédito, es decir que cada entidad haga una valoración crediticia de cada cliente; ya que esto permitirá a las entidades consumir menos recursos propios.
Por lo tanto el principal objetivo de Basilea II es exigir que el capital de las entidades de crediticias sea más sensible a los diferentes tipos de riesgos. No pone límites a los riesgos que las entidades quieran asumir, sino que en función del riesgo que quieras asumir, incorpores una prima de riesgo al precio de la operación crediticia. Esto no es nada nuevo, pero Basilea II si que exige una rigor en los precios del sector financiero (nunca será lo mismo prestar a una empresa o cliente de mejor calidad crediticia que a alguien de peor calidad crediticia). Quizás la fuerte competencia entre entidades en los últimos años impidió que se aplicase el concepto de prima de riesgo en el riesgo crediticio.
Esto tiene dos consecuencias inmediatas; la primera afecta a las entidades de crédito, porque aquellas que desarrollen más rápido esta nueva metodología podrán consumir menos recursos propios y ajustar mejor los precios y por lo tanto serán más competitivas; la segunda afecta a las empresas, cuanto peor gestionadas, peor será su calidad crediticia y por lo tanto mayor será su coste de financiación a la hora de captar recursos ajenos.
Basilea II se basa en tres pilares; Pilar I: Requerimientos Mínimos de Capital; Pilar II: Revisión Supervisora; Pilar III: Información al Mercado. Los tres funcionarán conjuntamente, ya que las entidades tienen que tener un nivel mínimo de recursos propios, deben disponer además de sistemas internos para calcular el capital económico o capital ajustado al riesgo necesario (que es diferente al capital regulatorio), también deben ser capaces de determinar su perfil de riesgos y finalmente deben ser lo suficientemente transparentes al mercado.
Entre las novedades, respecto a Basilea I; es que no solo el riesgo de crédito y mercado supondrán un consumo de recursos propios, sino que ahora el riesgo operacional también consumirá recursos propios de las entidades. Pero quizás la novedad más salientable, debido a sus posibles repercusiones, es la nueva forma de medir el riesgo de crédito; debido a que existen tres enfoques distintos para el cálculo de de los requerimientos mínimos de recursos propios. El primer enfoque, es el método estándar para la ponderación de riesgo, (basado en evaluaciones externas por parte de agencias de calificación, similar al método actual pero con ciertas variaciones en las ponderaciones). Los otros dos enfoques son los de los ratings internos, el IRB Básico (se centra en predecir la probabilidad de mora de un cliente) y el IRB Avanzado (además de la tasa de morosidad, es capaz de estimar la severidad y la exposición). Lo que busca Basilea II, es que las entidades utilicen estos últimos métodos para el cálculo del riesgo de crédito, es decir que cada entidad haga una valoración crediticia de cada cliente; ya que esto permitirá a las entidades consumir menos recursos propios.
Por lo tanto el principal objetivo de Basilea II es exigir que el capital de las entidades de crediticias sea más sensible a los diferentes tipos de riesgos. No pone límites a los riesgos que las entidades quieran asumir, sino que en función del riesgo que quieras asumir, incorpores una prima de riesgo al precio de la operación crediticia. Esto no es nada nuevo, pero Basilea II si que exige una rigor en los precios del sector financiero (nunca será lo mismo prestar a una empresa o cliente de mejor calidad crediticia que a alguien de peor calidad crediticia). Quizás la fuerte competencia entre entidades en los últimos años impidió que se aplicase el concepto de prima de riesgo en el riesgo crediticio.
Esto tiene dos consecuencias inmediatas; la primera afecta a las entidades de crédito, porque aquellas que desarrollen más rápido esta nueva metodología podrán consumir menos recursos propios y ajustar mejor los precios y por lo tanto serán más competitivas; la segunda afecta a las empresas, cuanto peor gestionadas, peor será su calidad crediticia y por lo tanto mayor será su coste de financiación a la hora de captar recursos ajenos.
LINO DEL VALLE
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