La deflación es la caída generalizada del nivel de precios de bienes y servicios en una economía, grave problema económico porque al disminuir los precios y si se mantienen constantes los costes, las empresas obtienen menos beneficios y se reducen como consecuencia la inversión y el empleo.
La deflación puede desencadenar un círculo vicioso, en el que las empresas que quieran vender sus bienes acaban bajando los precios para lograr, al menos, recuperar la inversión y los consumidores, que saben que los precios seguirán bajando, prefieren esperar para comprar más barato; similar a lo que ocurre actualmente con el mercado inmobiliario. A consecuencia de este círculo vicioso, la deflación se convierte en causa y efecto de la falta de circulación del dinero en la economía, porque todos prefieren retenerlo. Al final, la economía se derrumba, dado que la industria no encuentra salida a sus productos y sólo consigue pérdidas.
La causa principal, además de la caída del precio del petróleo y en menor medida de los alimentos, hay que buscarla en la situación en la que se encuentra el consumo y en la clara recesión de la economía española. El incremento del paro, y la sensación de que le puede ocurrir a cualquiera, ha metido el miedo en el cuerpo al consumidor, que ha paralizado muchas de sus decisiones de compra. Y quien mantiene el empleo dedica su esfuerzo a ahorrar por lo que pueda pasar.
Las economías pueden luchar contra la bajada de precios recortando el precio del dinero, con el objetivo de poner más en circulación y estimular el consumo, con el fin de que la demanda crezca y la tensión haga recuperar los precios. Pero perdida la política monetaria en manos del BCE, sólo le quedaría al Gobierno español incrementar la inversión y gasto público y bajar todos los impuestos para generar consumo y actividad en el sector privado, todo ello con unos tipos de interés muy bajos.
A diario podemos observar como la deflación está empezando por las materias primas, pero continuará y se extenderá a todos los niveles. Estamos en una crisis, lo que significa menor consumo, cierre de empresas y más paro; o una larga lista de candidatos a trabajar, dispuestos a aceptar menores sueldos, y también una larga lista de empresas con capacidad productiva ociosa, dispuestos a producir aunque sea a un precio inferior.
La deflación no es más que la corrección de los excesos pasados, porque después de aumentar de manera desproporcionada los precios de determinados bienes y de que los bancos respaldaran casi todos sus activos en esos bienes inflados, la burbuja se ha pinchado y los precios de la vivienda, de las acciones y de muchas empresas están empezando a caer. En España los precios de la vivienda tienen que caer respecto al resto de bienes ya que los pisos están sobrevalorados, y deben sufrir un ajuste en sus precios.
Lo que la crisis y la posterior deflación ponen de manifiesto es que ciertas estructuras productivas se sobredimensionaron frente a otras; y por lo tanto es hora de reconvertir y reutilizar esas estructuras sobredimensionadas.
La deflación puede desencadenar un círculo vicioso, en el que las empresas que quieran vender sus bienes acaban bajando los precios para lograr, al menos, recuperar la inversión y los consumidores, que saben que los precios seguirán bajando, prefieren esperar para comprar más barato; similar a lo que ocurre actualmente con el mercado inmobiliario. A consecuencia de este círculo vicioso, la deflación se convierte en causa y efecto de la falta de circulación del dinero en la economía, porque todos prefieren retenerlo. Al final, la economía se derrumba, dado que la industria no encuentra salida a sus productos y sólo consigue pérdidas.
La causa principal, además de la caída del precio del petróleo y en menor medida de los alimentos, hay que buscarla en la situación en la que se encuentra el consumo y en la clara recesión de la economía española. El incremento del paro, y la sensación de que le puede ocurrir a cualquiera, ha metido el miedo en el cuerpo al consumidor, que ha paralizado muchas de sus decisiones de compra. Y quien mantiene el empleo dedica su esfuerzo a ahorrar por lo que pueda pasar.
Las economías pueden luchar contra la bajada de precios recortando el precio del dinero, con el objetivo de poner más en circulación y estimular el consumo, con el fin de que la demanda crezca y la tensión haga recuperar los precios. Pero perdida la política monetaria en manos del BCE, sólo le quedaría al Gobierno español incrementar la inversión y gasto público y bajar todos los impuestos para generar consumo y actividad en el sector privado, todo ello con unos tipos de interés muy bajos.
A diario podemos observar como la deflación está empezando por las materias primas, pero continuará y se extenderá a todos los niveles. Estamos en una crisis, lo que significa menor consumo, cierre de empresas y más paro; o una larga lista de candidatos a trabajar, dispuestos a aceptar menores sueldos, y también una larga lista de empresas con capacidad productiva ociosa, dispuestos a producir aunque sea a un precio inferior.
La deflación no es más que la corrección de los excesos pasados, porque después de aumentar de manera desproporcionada los precios de determinados bienes y de que los bancos respaldaran casi todos sus activos en esos bienes inflados, la burbuja se ha pinchado y los precios de la vivienda, de las acciones y de muchas empresas están empezando a caer. En España los precios de la vivienda tienen que caer respecto al resto de bienes ya que los pisos están sobrevalorados, y deben sufrir un ajuste en sus precios.
Lo que la crisis y la posterior deflación ponen de manifiesto es que ciertas estructuras productivas se sobredimensionaron frente a otras; y por lo tanto es hora de reconvertir y reutilizar esas estructuras sobredimensionadas.
MARÍA GARCÍA OTERO
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