Llevamos tiempo escuchando hablar de las cajas y seguiremos teniéndolas a diario en los periódicos de nuestro país como mínimo hasta el verano que viene, cuando Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España pretende tener finalizado el proceso de fusiones.
Mientras estos problemas no se resuelvan, los bancos tienen una irrepetible oportunidad para quedarse con el codiciado negocio de las cajas, hasta ahora difícil de alcanzar debido a las ventajas con que éstas cuentan (posibilidad de ofrecer tipos más altos, posibilidad de participar en bancos sin que éstos participen en ellas o reparto del 18% de beneficio a obra social frente al superior reparto en dividendos por parte de los bancos, en torno al 45%).
Desde un punto de vista objetivo está muy claro que la solución pasa por la tijera, ya que con prácticamente la misma cuota de mercado, los bancos operan con 20.000 empleados y 9.000 oficinas menos. Pero la eficiencia también debe venir desde arriba y la injerencia política debería reducirse al mínimo, modificando la Ley de Cajas, facilitando las fusiones desde el punto de vista jurídico y no cerrándose a fusiones entre distintas regiones ya que se puede evitar un solapamiento de clientes y sucursales que no beneficia ni a las cajas ni a la competencia, y las sinergias podrían ser mayores. Así mismo y aunque la actuación del FROB debería ser mínima (ni el contribuyente tiene por qué pagar los problemas de ninguna entidad ni a las entidades debería interesarles la excesiva utilización de un fondo cuya devolución se paga al 7%), sí debería ser igual para todos como ya lo ha sido en Europa, evitando las desigualdades que se podrían producir de la utilización o no del fondo.
Por tanto, que ninguna entidad se duerma y salga pronto a buscar pareja, para no arrepentirse después de tener que bailar con la más fea.
Paulo Rocamonde Lago
Paulo Rocamonde Lago
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