Sincronizar los sueldos de los altos ejecutivos con resultados a corto plazo ha arrastrado al sistema a forzarse más allá de lo aconsejable. Estas tensiones empresariales son las causantes de gran parte de los problemas actuales en el sistema financiero.
Es cierto que los fallos en los organismos reguladores son motivo de que los movimientos empresariales hayan desequilibrado la economía mundial, pero no hay que desestimar el hecho de que las propias empresas no hayan sido capaces de ver que estaban poniendo en peligro su propia supervivencia y la de la sociedad que las acogía. En teoría éramos una sociedad madura, y en una sociedad madura sabemos cuando nos estamos haciendo daño y no debemos estar esperando constantemente un control por parte de un supervisor. A un niño pequeño se le prohibe fumar ya que, probablemente, no es consciente del daño que se está haciendo; a un adulto no se le prohibe porque ya debe tener la conciencia e información de los graves perjuicios que puede provocar.
La visión de las grandes corporaciones ha estado marcada por la laxitud de la propiedad que miraba para otro lado en cuanto a la gestión empresarial mientras sus plusvalías y sus dividendos fuesen al alza. En ese escenario tampoco miraban demasiado cuanto cobraba ese administrador por hacerles ganar dichas cifras, aunque ese sueldo fuese escandaloso. El dinero a raudales en muy poco tiempo nos cegó a todos.
Al final se llega a un punto en el que el administrador tiene potestad cuasi-total sobre la sociedad con el único fin de reportar grandes crecimientos y beneficios (sin importar el medio y qué futuros problemas podrían conllevar sus actuaciones). Si un año sale bien se cobra muchísimo y todo el mundo te felicita, si al año siguiente sale mal o se ve que lo que se había hecho el año anterior no era coherente con una visión a medio/largo plazo puede ser que el gestor ya no esté ahí o que, si está, se vaya con una compensación absurdamente elevada.
Una de las medidas que considero más eficaces para imponer una disciplina empresarial correcta es la de no permitir que se cobren salarios y retribuciones tan elevados sobre el resultado del año anterior. El hecho de la inmediatez de retribución implica que la visión sea a corto plazo y que sea muy fácil excusar o esquivar errores pasados. He de aclarar que no veo de manera negativa que un buen gestor, capaz de generar elevados beneficios, de mantener una estructura empresarial sólida a largo plazo, de ser responsable social, financiera y medioambientalmente, perciba un buen sueldo -aunque sea tan bueno que parezca escandaloso- siempre y cuando cumpla la condición de tener que esperar un cierto tiempo para percibirlo. Se debería cobrar por buenas gestiones que produzcan mella positiva en la empresa, no por pelotazos.
Un sistema que compensase bonus de ciertos años y malus de otros (los malus nunca se han aplicado efectivamente a los grandes gestores) conseguiría que la retribución estuviese mucho más cerca de la gráfica de evolución empresarial y que no se tomasen decisiones como las que se han tomado en años pasados por las corporaciones más influyentes de mundo: ingenierías financieras llevadas al límite, asunción de riesgos descabellados, estrategias de crecimiento sin planificación.
Hay que tomar muchas medidas para llevar a su cauce al sistema financiero pero creo que si a los máximos gestores del mismo se les tocase dónde más de les duele (el dinero) por tomar decisiones irresponsables ya se cuidarían ellos mismos de autorregularse. Esto es mucho más sencillo que conseguir una regulación fuerte, eficaz y global.
Pero como dijo el gran físico danés Niels Bohr: “Predecir es muy difícil, especialmente si es sobre el futuro”.
OSCAR ANTON GALANTE
Santiago de Compostela, 26 de noviembre de 2008
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