Habitualmente los bancos obtenían dinero para su negocio en un mercado específico, el interbancario, que es dónde las entidades se prestaban entre sí. Este mercado se ha cerrado con la llegada de la crisis crediticia y la incertidumbre de si otro banco pudiera presentar problemas de solvencia.
Esta crisis se originó en los Estados Unidos al dispararse las tasas de morosidad de las llamadas hipotecas subprime. Un elevado porcentaje de este tipo de hipotecas se vendieron troceadas en partes como activos titulizados en mercados secundarios bajo diversas formas tales como los Hedge Funds. Esta deuda crediticia llegó a suponer un importante porcentaje de las carteras de valores de numerosas entidades financieras y de inversión colectiva, y al dispararse su morosidad, se inició también la desconfianza en los mercados interbancarios.
Tal es la desconfianza que el Euribor (el indicador que fijan diariamente los principales bancos de la zona euro para intercambiarse dinero) se sitúa en 5,505% frente al 4,647% que nos encontrábamos a principios del mes de Octubre del año pasado.
Ante esta situación los bancos acuden a su Banco Central. Cada día esta institución se reúne con las entidades de la región para ver sus necesidades de financiación. En esta reunión se puede o pedir una cantidad determinada o fijar un tipo de interés al que quieren tomar prestado el dinero. Con todas estas peticiones el Banco Central prepara una subasta en la que se determina cuánto dinero presta, a qué precio y a qué plazo. Con las inyecciones lo que se pretende es mejorar la solvencia de las entidades. Cuando los bancos obtienen el dinero lo incluyen en sus reservas para poder hacer frente a cualquier compromiso de liquidez a corto plazo, como por ejemplo avalanchas de retirada de dinero. Por eso el capital que presta el Banco Central Europeo no sirve para reactivar el sistema financiero que sigue colapsado. Este dinero no se canaliza a la economía real, porque los bancos lo retienen para reforzar su balance.
Con la crisis que estamos viviendo en la actualidad y cuyo origen lo encontramos en Estados Unidos, la Administración Bush ha llevado a cabo un plan para el rescate del sistema financiero estadounidense. Dicho plan persigue la recuperación del mercado interbancario y que funcione con normalidad.
El plan consiste en destinar unos 700.000 millones de dólares para la compra de activos ilíquidos (activos de mala calidad de bancos, planes de pensiones…afectados por la crisis suprime) además de limitar los sueldos millonarios de los directivos de las compañías que participen en el programa, se renegociarán las hipotecas de las familias para ayudar a los propietarios de las viviendas con problemas. El Tesoro y la Reserva Federal crearían una comisión de vigilancia. A esta medida podrán acogerse los bancos estadounidenses y los bancos extranjeros que operen en Estados Unidos.
Este plan ha sido finalmente aprobado por parte del congreso el viernes 3 de Octubre, después de que hubiese sido rechazado el lunes y rescatado por el Senado para volver a someterlo a votación. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los votos en contra vienen por parte de los republicanos, que fueron los causantes del rechazo en la votación del lunes. Al final el plan será más caro de lo que se preveía en un principio, ya que se estima que costará unos 850.000 millones de dólares como consecuencia de la introducción de rebajas e incentivos fiscales, aunque desde la Administración Bush se insiste que este importe puede ser inferior. Las dudas surgen a partir de cómo se llevará a cabo la absorción de estos activos de mala calidad y de que manera afectará a la economía de Estados Unidos esta inversión. Desde el Tesoro se comunicó que estos se activos se comprarían a través de subastas inversas o a través de adquisiciones.
Muchos expertos no ven con buenos ojos la “La ley de Estabilización Económica de Emergencia de 2008”, que es así como se conoce a este plan de rescate. Estos consideran que sería más efectiva la nacionalización por parte de los gobiernos, que la eliminación de los activos dudosos de los balances de las entidades, ya que estas medidas temporales no devolverían la confianza al sistema financiero.
Josep Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, considera que en lugar de comprar los activos tóxicos, sería más eficaz renegociar las hipotecas de aquellas personas que no pueden hacer frente a sus compromisos de pago.
En Europa en estos momentos también estamos viviendo la elaboración de un plan de rescate bancario, en que cada país se encargará de sus propios bancos, aunque habrá coordinación de actuaciones. Esto es lo que se acordó en la reunión que mantuvieron los miembros del G4, miembros de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo.
La situación que estamos viviendo nos permite darnos cuenta de que estamos caminando hacia un nuevo sistema financiero, un sistema financiero herido donde la banca de inversión ya no volverá a ser lo que era. Goldman Sachs y Morgan Stanley, dos importantes bancos de inversión, han tenido que cumplir con el requisito de convertirse en bancos comerciales convencionales y tendrán que cumplir con las normas en cuánto a reservas y a depósitos para poderse acoger a este plan de rescate.
Por otro lado, durante la etapa de crecimiento, en la que primaban los grandes incrementos de beneficio, las entidades que supieron mantener el control de riesgos y la confirmación de unas bases sólidas, ahora, con la llegada de la crisis les está permitiendo adquirir a precios interesantes activos muy importantes. Ejemplos de esto los observamos en la filial británica des Santander, Abbey, con la incorporación de las sucursales y depósitos de Bradford & Bingley, o la compra de ABN (hasta ahora en manos de Fortis) por parte de ING.
El marco regulatorio tampoco será el mismo. Una vez se apruebe el plan en Estados Unidos la Reserva Federal se convertirá en el regulador de todo el sistema financiero del país en detrimento de la SEC (Securities and Exchange Commision), mientras que en la Unión europea el Banco Central Europeo tendrá un mayor poder supervisor sobre los sistemas financieros de cada país miembro.
Tampoco se librarán las agencias de rating, que han sido muy criticadas durante la crisis por conceder calificación triple A (máxima calidad crediticia) a títulos que no merecía dicha calificación.
Gonzalo Pérez Llano
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