jueves, 29 de octubre de 2009

¿Deberían los ejecutivos bancarios renunciar a sus bonificaciones?


Esta es una de las preguntas que más se están comentando ultimamente en los medios de comunicación, debido sobre todo a las noticias que se están viendo por todos los medios sobre las grandes sumas de dinero que cobran los altos ejecutivos en forma de bonus, que incrementan sus cuentas aún más que con sus ya elevados sueldos.

Desde mi punto de vista y en épocas de crisis como la que estamos viviendo en estos momentos en todo el mundo, sí, deberían renunciar por completo a ellos.

En épocas de bonanza o estabilidad económica, si la gestión empresarial del ejecutivo es meritoria de tales bonificaciones, me parece bien que reciba una compensación por todo el trabajo que ha realizado, siempre y cuando la cantidad no sea exagerada e insultante.

Es factible cobrar un bonus por un trabajo bien realizado, por un buen management que conduzca a tu empresa al éxito empresarial, y que ello repercuta en beneficios palpables para los trabajadores y los accionistas de la compañía. Pero con la coyuntura económica y mundial en la que estamos inmersos, el enfoque debería cambiar, y creo que lo hará para siempre de cara al futuro en nuestra percepción de los bonos a ejecutivos, concretamente con la reducción e incluso eliminación de los mismos en algunas entidades.

Como comentaba hace unos días el presidente Americano Barack Obama –y con el que comparto totalmente su opinión- “creo que si estás ganando decenas de millones de dólares y te ves en la necesidad de despedir trabajadores, lo menos que puedes hacer es decir `también estoy dispuesto a hacer un sacrificio.´”

Y es que es así, pues una de las cosas que más se ha criticado sobre este asunto es que los ejecutivos sigan cobrando millones mientras que sus empresas reducen enormemente sus gastos -hecho que tiene como consecuencia casi directa que estas compañías se vean obligadas a llevar a cabo grandes despidos de plantilla- sobre todo cuando algunas de ellas han recibido fondos públicos y siguen pagando bonus desorbitados.

Para muchas personas –entre las que me encuentro- es impensable el hecho de que grandes ejecutivos no renuncien a sus exacerbadas bonificaciones cuando la enconomía está vacilando de esta manera y miles de trabajadores se enfrentan irremediablemente a las consecuencias de las reducciones de plantilla.

Si renunciaran a estas bonificaciones en estos tiempos darían la impresión de estar asumiendo una mayor responsabilidad ante la crisis.
Alejandro Pampín Saavedra

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