lunes, 3 de noviembre de 2008

Bases éticas del plan de rescate

LA SOBERBIA DEL SILENCIO BANCARIO

 

Por: ADRIANA CORTÉS

 

En los últimos días de octubre, hemos asistido al debate –originado en el Gobierno central y con fuerte eco en el sector financiero- de la necesidad de dar a conocer, o no, los nombres de los bancos españoles que requerirán ayudas oficiales para la inyección de liquidez. Una muestra más, como si no hubiese ya suficientes, de la soberbia institucional que, ni siquiera en tiempos de crisis como el actual, permite a las entidades afrontar abiertamente un proceso de rescate bancario.

Públicamente, la iniciativa partió del Instituto de Crédito Oficial (ICO), cuyo presidente, Aurelio Martínez, expresó la posibilidad de no exponer los nombres de los bancos y cajas que a partir de noviembre –y en adelante- solicitarán las ayudas del Estado por hasta 10.000 millones de euros en lo que queda de año. Su razón básica es que la exposición abierta de la “debilidad” de la entidad en cuestión, minaría su prestigio y propiciaría un “efecto llamada” hacia la desconfianza y el retiro de los ahorros.

A diferencia de otros países europeos como Alemania, Holanda o Bélgica, además de Estados Unidos, España sería la primera nación en decidir guardar bajo llave los nombres de las entidades que requieran dinero, una señal fatal en momentos en que la sociedad y los gobiernos del mundo entero exigen una mayor transparencia al sector financiero. 

Por demás, el argumento del ICO cae por su propio peso, por cuanto en los países que ya han inyectado dinero a sus bancos con un mínimo de transparencia, la publicación de los nombres no ha causado pánico entre el público y, más bien, se ha interpretado en los mercados como una señal de confianza hacia el restablecimiento de la solidez.

Un día después de que el ICO lanzara su propuesta, el Grupo Santander saltó de inmediato a respaldarla, con el argumento de que sacar a la luz los nombres de las entidades “tendría un efecto contra su reputación”, algo que varios bancos y cajas de ahorros avalan, abiertamente o no.

Con independencia de la decisión que se tome, la propuesta del Gobierno refleja una vez más un exceso de proteccionismo hacia el sector bancario, en detrimento de la sed de confianza que tienen los ahorristas. Votar a favor de “guardar en el cajón” los nombres de entidades ilíquidas españolas sería colocar una base filosófica oscura y débil al plan de ayudas gubernamental, sentaría un precedente internacional que crearía más sombras sobre la solidez real  del sector financiero nacional y no restablecería la confianza en la ética del sistema.

Es necesario aprender de los errores que, sobre la base de querer tapar el sol con un dedo, crean una caja de Pandora que, más temprano que tarde -como demuestra la historia reciente- se abre y estalla de la peor manera. Asumir con algo de humildad la necesidad de ser rescatado en tiempos de caos le vendría muy bien a la banca española, y por supuesto al Gobierno.

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