jueves, 27 de noviembre de 2008

FUNCIONAMIENTO BANCARIO

Hacia una reforma cultural después del crash, si hay un después

ADRIANA CORTÉS

El actual crash financiero –de dimensiones aún desconocidas y cuya omnipresencia tiene anonadados a los líderes de la economía mundial- plantea una serie de retos, entre los cuales uno de los más importantes es ¿qué hacer con los todopoderosos bancos una vez superado el colapso? Y, lo que es más importante, ¿cómo lograrlo?

Partimos del desmoronamiento de un sistema desde sus propias bases. Las causas del actual crash financiero no están en el terrorismo islamista, ni en los narcotraficantes colombianos ni en los países del “eje del mal”. Las causas están en el corazón de Wall Street, desde donde hizo metástasis a la Citi londinense, a Frankfurt, a Zurich y al mundo entero. Los gobernantes se han desgastado en los últimos meses en encontrar las causas técnicas y buscar soluciones aisladas que por ahora están lejos de lograr sus objetivos.

Las reformas para la “refundación del capitalismo”, como la ha llamado el presidente de turno de la Unión Europea, Nicolás Sarkozy, parten –como se ha mencionado. Insisto, sólo mencionado- de una recalificación, valga la redundancia, de las calificadoras de riesgo, de una rígida vigilancia sobre un sistema que no se ha autorregulado y de una mayor ética y transparencia en los bonos y ganancias sobredimensionados de los directivos financieros.

La reforma del sistema bancario, bajo la hipótesis de que el crash le permita una resurrección, partirá como se ha mencionado tímidamente, de la vuelta a esquemas conservadores de la banca, centrados en la captación de depósitos y la entrega a la economía a través de créditos, donde la ganancia del banquero radique en su capacidad de captar y recuperar, así como en los tipos de interés. Esto implicaría dejar de lado la excesiva complejidad de operaciones financieras casi imposibles de controlar por los entes reguladores, las inversiones de las entidades en productos no financieros y permitiría una mayor transparencia.

Aunado a ello estaría también la base de una nueva ética financiera, basada más allá de la exclusiva rentabilidad bancaria en la cual convendría estigmatizar –e incluso penalizar- a las personas cuya responsabilidad en el crash puede probarse, ante manejos quizás no ilegales pero sí oscuros e ineficientes.

Sin embargo, más allá de la ortodoxia, la verdadera reforma en el funcionamiento del mercado financiero parte de un aspecto cultural, donde los bancos y los gobiernos juegan un papel, pero la sociedad en su conjunto también. En la actual crisis todos sin excepción hemos puesto nuestro grano de arena, escuchando los cantos de sirenas de bancos que nos ofrecían créditos fáciles e ilimitados y a los cuales acudíamos para satisfacer mil y un deseos de la sociedad de consumo, de nuestra ambición individual.

La reforma parte de un sistema educativo diferente, de una mentalidad donde la barrera entre sociedad y bancos no se limite al uso del dinero plástico y del consumismo excesivo, más allá de nuestras posibilidades reales. El cambio parte de una ética y una cultura diferente, donde no señalemos exclusivamente a los bancos como los villanos del momento, sino que analicemos –y por ende cambiemos- nuestro comportamiento como consumidores y como sociedad coresponsable.


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