jueves, 20 de noviembre de 2008

A GRANDES CRISIS GRANDES REFORMAS

La crisis económica mundial es el resultado la liberalización financiera de las últimas dos décadas –que no fue acompañada de una nueva regulación adecuada– y del exceso de liquidez global, generado principalmente por Estados Unidos. Ambas alimentaron una euforia financiera que distorsionó la percepción del riesgo, llevando a un exceso de apalancamiento que, sumado al sobreendeudamiento de familias y empresas y a la escasa regulación del sector bancario no tradicional y de los nuevos instrumentos financieros, dieron lugar a burbujas, tanto inmobiliarias como de otros activos. El desplome de los precios de la vivienda en Estados Unidos precipitó la crisis porque el pinchazo de la burbuja generó importantes pérdidas bancarias, dando lugar a una situación en la que las instituciones financieras se encontraron con demasiada deuda y poco capital.

Esta situación fuerza  la venta de parte de sus títulos (la falta de liquidez les impedía pedir nuevos préstamos a otros bancos), lo que deprimió aún más los precios y generó nuevas pérdidas, además de dejar sin crédito al sector productivo. Este círculo vicioso de desapalancamiento y descapitalización fue a la vez imparable y global. Solo una fuerte intervención pública a finales de septiembre pudo frenarlo.

Esta crisis nos ha dado grandes lecciones. Por un lado pone de manifiesto que en un mundo financieramente muy integrado tener regulaciones nacionales y heterogéneas resulta peligroso. Por otro, que la autoregulación de los mercados financieros es una quimera y que las normas que todavía tenemos han dado lugar a incentivos perversos, que deben ser modificados. Esto además aporta una lección para los políticos, lo cuales no entendían lo que estaban haciendo durante la era de la desregulación.

Una vez conocido el porqué, debemos dar el salto al siguiente paso, que es aportar soluciones suficientes para procurar que casos como este o similares no se vuelvan a repetir, es decir, debemos sentar las bases para el establecimiento de nuevas y mejores reglas que modifiquen la estructura de incentivos a la que se enfrentan los distintos agentes con el fin de promover el crecimiento económico y evitar futuras crisis.

A nivel nacional, sería necesaria una regulación financiera que debiera limitar los niveles de apalancamiento y riesgo, aumentar la información y la transparencia en los mercados; además, redefinir y homogeneizar las reglas de valoración contable, estudiar fórmulas para aumentar los requerimientos de capital de las instituciones financieras, extender la regulación a algunos mercados financieros hasta ahora no regulados, lograr que el crédito no sea procíclico y supervisar los mercados de derivados, cuyo volumen supera los 400 billones de euros, casi siete veces el PIB mundial y cinco veces más que hace seis años. Asimismo, sería necesario supervisar  el funcionamiento de las agencias de rating para evitar los actuales conflictos de intereses que se producen cuando las propias agencias cobran de aquellas instituciones a las que evalúan.

Desde el extrarradio y atendiendo a un punto de vista internacional, caben muchos organismos que reformar, principalmente el fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Los países en desarrollo deben considerar al FMI un organismo legítimo, algo complicado porque el reparto de votos en la institución está obsoleto y no refleja el actual peso de las potencias emergentes en la economía mundial. Ha de precisarse mejor el mandato del FMI, aumentar sus recursos para prestar a los países en desarrollo (que en los próximos meses necesitarán inyecciones de liquidez), así como establecer sus funciones que serían las de supervisar el sistema financiero internacional con las nuevas reglas (tomando el papel de supervisor global con capacidad para emitir recomendaciones vinculantes, disuadir conflictos e imponer sanciones) y promover la cooperación para gestionar los riesgos financieros globales de forma multilateral y coordinada.

 

Son muchos y variopintos los puntos a tratar que, ya sea con objeto de “parchear” o reparar a fondo la economía nos van a tener en el fondo de pozo por algún tiempo. Por desgracia, la economía mundial ha tenido que entrar en crisis para que los países acepten sentarse a discutir estos temas. Pero sólo las grandes crisis abren grandes ventanas de oportunidad para las reformas.

 

FELIPE ABAD ABAD

Poderoso caballero es don dinero.
Madre, yo al oro me humillo;
él es mi amante y mi amado,
pues, de puro enamorado,
de continuo anda amarillo;
que pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero es don dinero.

Francisco de Quevedo y Villegas

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