viernes, 24 de octubre de 2008

LA CONFIANZA EN LOS MEDIOS

    En las últimas semanas nos hemos cansado de escuchar en los distintos “telediarios” y de leer en prensa cifras astronómicas que los gobiernos mundiales inyectaban o deberían suministrar a sus respectivas redes bancarias para evitar su colapso. Y esto- sumado, evidentemente, a la pésima auto-gestión de las entidades financieras y a la ausencia de un control gubernativo
eficiente- ha causado una expansión desbocada de la desconfianza en los sistemas bancarios que, ahora sí, traerá consigo una crisis global en nuestra economía.

A todos nos han preguntado últimamente: “¿…y tú crees que en mi caja tengo mis ahorros seguros?”;  “ …esto no es tan será como dicen, ¿verdad?”; “ …y si mi banco quiebra ¿a quien tengo que pagarle la  hipoteca?”.
Los distintos medios según el color de su logo han pedido con la mayor de las vehemencias actos de responsabilidad política a gobierno y oposición respectivamente para afrontar esta coyuntura financiera. Quizá una medida  eficaz contra la “CRISIS” (desde luego una medida mucho menos costosa en términos económicos) seria que oposición y gobierno pidiesen esta misma responsabilidad –con la vehemencia propia de quien tiene la posibilidad de
sancionar-  a los medios que, en aras de aumentar sus ingresos, han propagado una idea interesada de caos general.  Imagen que no es que fuese falsa; desde luego sí anticipada, extralimitada e irresponsable; con la que han sido partícipes directos en la consolidación de uno de los pilares fundamentales de la situación económica mundial, la falta de confianza de los inversores con pequeños y medianos capitales, provocando de esta forma daños  enormes en los balances de las entidades financieras. Ni en la mejor época de la mejor economía ningún Banco, Caja o entidad de crédito o inversión  por solvente  que fuese podría soportar una fuga masiva de fondos.

         Es aquí donde las diversas ayudas estatales a las entidades financieras privadas cobran sentido. Su virtualidad práctica no es simple y directamente favorecer su financiación o aumentar la solvencia de los banco permitiéndoles afrontar pérdidas,  sino también, y de forma basal, recuperar la confianza de los agentes en el propio sistema financiero, puesto que una sensación generalizada de seguridad traería aparejada una rehabilitación de la economía. El ejemplo más claro y próximo es el caso del banco holandés ING que después de que el gobierno de su país anunciase la inyección de 10.000 millones de Euros se recuperó el pasado lunes nada menos que un 29 % en la Bolsa de Amsterdam.

         Sin embargo, a pesar de esta pérdida de confianza y como ha dicho Martin Taylor, ex directivo de Barclays “Si, la gente volverá a la banca tradicional, hasta que se olvide de lo que ha ocurrido.”

JOSÉ RAMÓN BAÑA

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