viernes, 3 de octubre de 2008

RESCATE BANCARIO

El miércoles 1 de Octubre de 2008, fue aprobado en Estados Unidos, después de unas duras negociaciones, el Plan de Rescate del sistema financiero estadounidense, en una votación realizada por los senadores, tras haber sido rechazada el lunes pasado debido a la oposición de los republicanos más conservadores.
Este programa de Rescate Bancario consiste en una inversión de un máximo de 700.000 millones de dólares, casi 490.000 millones de euros, para adquirir los activos “de dudosa calidad”, entre los que destacan las conocidas “hipotecas subprime”, que figuran en los balances de las instituciones financieras, con la intención de impedir que se vayan a la quiebra, como ha sido el caso de importantes Bancos de inversión como Lehman Brothers y Bearn Stearns, y evitar así una más que segura cascada de acontecimientos (disminución de la inversión y del ahorro, cierre de empresas, incremento de la tasa de desempleo,…) que llevaría a un colapso de la economía estadounidense, afectando al resto de economías mundiales. Asimismo, se establecen entre otras, una serie de medidas como pueden ser, acabar con los llamados “Golden Parachute”, es decir, elevadas indemnizaciones en caso de despido que recibirían los altos directivos de las empresas que reciban estas ayudas, así como una renegociación de los hipotecas que se adquieran con esta deuda para los deudores con problemas para hacer frente a las letras de la casa.
Esta solución parece adecuada para sacar a la economía estadounidense de la crisis en la que se haya inmersa, pero si tenemos en cuenta que esta inyección de capital que se va a realizar ha sido desembolsada por los contribuyentes, cabe plantear cuestiones acerca de si es justo que todos paguen por los excesos cometidos por determinadas instituciones financieras, las cuales no tuvieron reparos en prestar ingentes cantidades de dinero a personas de dudosa calidad crediticia, con el único objetivo de alcanzar una mayor rentabilidad, aun a sabiendas de las altas probabilidades de impago.
Por todo ello, cabría plantearse si esta inversión, la mayor desde la crisis de los años 30, debería emplearse para salvar a las instituciones financieras que han provocado llegar a esta situación y que por tanto saldrían impunes de las consecuencias que sus acciones han acarreado a la economía mundial en general y a la estadounidense en particular originando la que podría considerarse como una de las mayores crisis financieras de la historia.
ENRIQUE TOMÁS GARCIA

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