jueves, 7 de enero de 2010

¿SE HA CERRADO EL GRIFO DEL MERCADO DE CRÉDITO?

Primeramente debo decir que soy consciente de que mi visión está sesgada por mis circunstancias personales, puesto que empecé a trabajar con el inicio de las subprime y mi nombramiento como responsable de riesgos surgió al mes siguiente de la quiebra de Lemman Brothers; por lo que no he podido vivir el “esplendor” en la concesión de operaciones de activo bancario.

De mis vivencias, he de decir que considero que no se ha cortado en ningún momento el crédito al consumo, contrariamente a lo que se ha dicho y a lo que el ciudadano a nivel personal percibió.

Evidentemente, la situación previa a la crisis actual era insostenible a medio o largo plazo, puesto que no tenía, tiene ni tendrá sentido rebajar el nivel de concesión de los préstamos a cambio de la consecución de unos objetivos comerciales cada vez más exigentes. Y el incremento de la morosidad de las entidades financieras es la consecuencia más clara y directa de ello.

En relación a los préstamos personales e hipotecarios planteados por las personas físicas se ha vuelto a la antigua y rotunda lógica empresarial de “Antes de conceder un préstamo, piensa primero si le prestarías tu dinero y no el del banco”.

Pues bien, en estos momentos, y sobre todo en determinados extractos de la sociedad que en épocas de bonanza iban “justos”, se mantiene esa idea de que las entidades financieras no conceden operaciones de activo.

Esta sensación infundada es debido a que anteriormente se concedieron con suma facilidad, sin tener en cuenta la viabilidad, la solvencia y las garantías de la operación en cuestión prevaleciendo los motivos comerciales y en estos momentos se solicitan esas características lógicas en cualquier operación de riesgo para cualquier entidad financiera.

En cuanto a la concesión de las operaciones de activo para las empresas y autónomos, he de decir que se denota una cierta precaución con las empresas o grupos empresariales cuyo funcionamiento no es del todo correcto de productos o líneas de productos determinadas.

En este sentido he de destacar que la tendencia es a prestamizar las cuentas de crédito cuyo saldo medio es elevado con respecto al principal de la misma, así como el de rechazar el descuento comercial dudoso que anteriormente se aceptaba.

No obstante, es cierto que muchas operaciones empresariales consisten en refinanciar los productos bancarios de circulante como son los dos anteriormente citados, las líneas de comercio exterior o las coberturas de tipos con liquidaciones negativas, así como las cantidades pendientes.

Pero es innegable que en las circunstancias actuales, en donde la tasa de paro se acerca peligrosamente al 20 %, el consumo ha sufrido un gran frenazo y las ventas y márgenes de las empresas han caído por los suelos; parece sensato pensar que sobrevivirán las empresas más fuertes. Y que al mínimo síntoma de debilidad de las mismas, los acreedores traten de cobrar la deuda o de garantizarla lo más posible.

Pues bien, simplemente es lo que está sucediendo en este momento: se está produciendo ese reajuste de la deuda de las empresas que ofrecen esos síntomas de debilidad.

En conclusión, considero que se han seguido concediendo operaciones; la diferencia es que en estos momentos predomina el sentido común que se perdió antaño por la consecución de objetivos de las entidades financieras a corto plazo y que en estos momentos se está originando el reajuste natural, especialmente en las operaciones con autónomos y empresas.

Javier Lejo

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