miércoles, 6 de mayo de 2009

¿El Nuevo “Bretton Woods”?

Desde que vio su comienzo en verano de 2008, la crisis del capitalismo ha avanzado vertiginosamente desde una crisis sectorial de valores inmobiliarios en EEUU, que desató después la crisis financiera de este país, para contagiar de inmediato a todo el mercado financiero globalizado y por último, consumarse como la crisis económica global que hoy envuelve a la economía real y hace sentir sus efectos a nivel mundial.

La crisis es ya la más profunda desde la sucedida en los años treinta y con toda probabilidad puede hablarse de una muy posible depresión en curso, caracterizada por el desplome de los valores financieros, así como la paralización del crédito, la caída del comercio mundial, el descenso en la producción industrial, la merma de las ventas o el incremento vertiginoso del desempleo. Además se traza en el horizonte un tema ya comentado en un artículo anterior: La deflación.

Dos cuestiones importantes se plantean gobiernos, empresarios, sindicatos y personas de cualquier país ante ese proceso que va abarcando y golpeando a todos: ¿cuánto durará la crisis? Y ¿hasta dónde llegará su intensidad?

La respuesta a la primera pregunta, divaga entre realidad y ficción con aires de optimismo y talante tranquilizador. El FMI, organismo que el G20 quiere rescatar del declive y abanderar como héroe salvador de la economía mundial, ha estado pronosticando al azar. A principios del 2008, la crisis era algo utópico, llegado noviembre, con la crisis ya en curso, hace estimaciones de que el crecimiento mundial iba a ser del 2,2% para 2009. Llegado enero de este año la estimación se reduce al 0,5% admitiendo que en marzo sería negativo.

Tratando de poner remedio a esta situación, el G20 se lleva reuniendo en varias convocatorias. La última ha tenido lugar en Londres, donde se agregó otra losa al tejado de la convicción para entender cómo la desorientación es el dirigente y motor en las decisiones de los principales gobernantes que aseguran paliar esta crisis y ponerle fin. De esta cumbre brotan dos resultados: la resurrección del FMI y el planteo de una nueva retórica “reguladora” en contraposición de la anterior retórica de “libre mercado” produciéndose una ferviente conversión al “Keynesianismo” incluso de aquellos más neoliberales. No obstante esta nueva doctrina no ha supuesto un cambio más allá del proteccionismo comercial y financiero basado en comprar sólo a empresas nacionales y darles crédito con el mero objeto de que no se vayan al traste.

Ya hay quien ha catalogado a la reunión del G-20 en Londres como un "nuevo Bretton Woods", pero hay grandes distancias entre aquella reunión que en julio de 1944 intentó diseñar con cierta seriedad el funcionamiento de la economía mundial de posguerra y la apresurada e insustancial reunión en Londres.

En Bretton Woods, aún en plena guerra mundial, se reunieron 44 países, y sus reprensentates gubernamentales sesionaron durante 21 días de complejos debates las claves que llevaron al surgimiento de nuevas instituciones multilaterales y reglas para el funcionamiento del mundo de posguerra; por el contrario, en Londres se reunieron 20 países que pretenden tomar decisiones cerradas sobre asuntos que afectan a los 192 gobiernos situados al amparo del gran paraguas que es la Organización de las Naciones Unidas, y donde apenas se ha llegado a otro resultado que darle respiración artificial a una anquilosada institución como el FMI.

Mientras tanto, la crisis continúa su curso destructor. Remontándonos al pasado, la crisis de 1929-1933 duró cuatro años, aunque en rigor, diez años después, en 1939, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, no se habían recuperado del todo los niveles de actividad económica de 1928. Fue debido a la destrucción ocasionada por la guerra y los posteriores procesos de reconstrucción lo que generó el “tirón” necesario para salir de la crisis. La situación actual no tiene porqué seguir el mismo patrón pero, es esta memoria histórica lo que permite refutar a aquellos que aseguran una recuperación inmediata.

En Resumen, “los grandes”, que al fin y al cabo son los que proponen las soluciones para el resto de los mortales no sólo verán la centralización de las inyecciones y el despilfarro sino que además, esta centralización se efectuará a través de una entidad que ha sido castrada de casi todo su poder de revisión y de exigencia, es decir, básicamente se toma el dicho de que “las soluciones a las dificultades económicas necesitaban soluciones globales”.

FELIPE ABAD ABAD


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