viernes, 30 de abril de 2010

¿HACIA EL SIGUIENTE BRETTON WOODS ?


Con el patrón del dólar de Asia oriental (“East Asian Dollar Standard”) y a modo de acuerdo implícito, EEUU abría la puerta grande a China a su solvente y creciente mercado interno a cambio de que sus Bancos Centrales financiaran el déficit corriente de los primeros permitiéndoles así seguir creciendo.
En el momento en que su comercio se extendía al resto del mundo allá por 1978, a Bejing ya no le funcionaba el método del control rígido del mercado de cambios. Teniendo a EEUU como cliente predilecto, el Dragón se protege pegando el yuan al dólar. Lograba de esa manera proteger a sus exportadores brindándoles un esquema de costos y rentabilidades sin sobresaltos. Se trataba de esterilizar su demanda de moneda nacional acumulando grandes reservas en dólares. Un seguro más que necesario para recuperar la competitividad perdida tras la devaluación del 94 y las depreciaciones forzadas de 1997-1998 y de paso, poder depreciar sus monedas al mismo ritmo que el dólar con respecto a terceras.
Washington por su parte gana con el pacto el poder financiar su creciente déficit sin necesidad de recurrir a un aumento de tipos de interés que pudiera perjudicar a la demanda de importaciones limitando su potencial crecimiento.
No obstante, a medida que aquel iría creciendo, las ventajas del Eads fueron perdiendo estabilidad y coherencia. Norteamérica ya no ve tan idílico las condiciones en que le deja el convenio. Las desavenencias no tardaron en aparecer cuando la armonía interestatal dejó paso a los reproches sobre manipulación. Desde entonces, la preocupación es evitar el descalabro del dólar no recurriendo a la vía impuestos. Pekín pasa a ser el acusado formal de la destrucción de los puestos de trabajo de miles de estadounidenses con el alegato de favorecer sus exportaciones. Estas presiones fueron casualmente contenidas durante el peor momento de la crisis; lógico, teniendo en cuenta que éste se había convertido en el primer tenedor de Bonos del Tesoro norteamericano.

Aunque las discusiones se sucederían en numerosas ocasiones a lo largo de los años, Una solicitada revalorización en un momento pasado parecía ofrecer indiscutibles ventajas cualesquiera que fueran las partes analizadas. Atendiendo a las peticiones, China enfriaba una economía sobrecalentada frenando el crecimiento de las exportaciones ; evitaba un posible hard landing futuro y disponía de margen para poner en marcha reformas inminentes del sistema financiero así como el desarrollo de un modelo de crecimiento sostenido y sostenible. Ahora que vuelven a llamar a su puerta, China titubea y demora la realización de cualquier ajuste antes de cerciorarse poder alcanzar niveles pre-crisis. Y es que ciertos indicadores aparentemente positivos no significan por ello una recuperación económica. El dinero se encuentra en la Bolsa o en la Banca, unos por no querer prestar y los otros, por no querer endeudarse y con beneficios generados en su mayoría a base reducción de costes. Una relativa recuperación fruto del enorme gasto público, de exenciones fiscales o de ayudas concedidas los Estados. Estos marcan el paso a la especulación con emisiones de dinero y endeudamiento público intentando resistir hasta el límite todo en su papel de guardián de Bancos. Por lo que las secuelas en las devaluaciones de la moneda no es una sorpresa. Parece obvio que la crisis fiscal y sus consecuencias en la moneda tienen que ver con el papel necesario en la salvaguardia del sistema financiero. Ahora bien, esta política se hace insostenible ya que acentúa el desequilibrio que ha llevado a la situación actual y sobre todo en el caso de que China siga por la senda exportadora a toda costa con la contrapartida de acumulación de reservas monetarias.
Estando en juego intereses de tal magnitud resulta inevitable la confusión entre determinación de hechos o simples declaraciones políticas. En escena aparece el arte de la diplomacia por antonomasia. Ambos interlocutores juegan convencer a la comunidad internacional o a sí mismos de ostentar la fuerza negociadora; argumentando su pasividad en actuaciones por la avaricia del contrario y justificándose innecesariamente de estar movidos exclusivamente por el bien de la Economía Global.

Cathy martínez álvarez

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