miércoles, 1 de abril de 2009

¿SERÁ PEOR EL REMEDIO QUE LA ENFERMEDAD?

En los últimos años los economistas se han convertido en asesores de presidentes y primeros ministros. La agenda política está repleta de cuestiones económicas, y aún con mayor motivo en esta situación actual.
Los líderes políticos necesitan asesores económicos y los aspectos internacionales de la actividad económica preocupan, a cada día que pasa, más a los poderes públicos, y obvio que, como señalábamos al inicio, en estos momentos, sin duda es la discusión por excelencia.
También es cierto que los jefes de gobierno deben tomar de manera continua decisiones vitales en las que entra en juego la economía -ya hablando a nivel mundial-, mas, naturalmente, los líderes nacionales no tienen por qué ser expertos profesionales en economía, sino, más bien, “consumidores” informados de los consejos económicos contrapuestos que reciben. Como consecuencia de ello, hemos podido captar varios ejemplos en nuestra historia más cercana, ya que cuando el déficit comercial de Estados Unidos se disparó en los años ochenta, el Congreso trabajó arduamente para modificar las normas del comercio internacional, pero dicha intervención, desde luego se trató de llevar con mayor cautela que en la anterior crisis, el Crack del 29, en el que se aplicó una dura política proteccionista para preservar el empleo y la actividad económica nacional, lo que tiempo después demostró ser uno de los grandes errores de la política económica, ya que se alargó y profundizó todavía más la recesión.
Y ahora con esta grave crisis, también observamos que se establece la cláusula del plan de rescate de Barak Obama, que en definitiva rescata el Estado a bancos en situaciones críticas, interviniendo el sector público en el financiero, resurgiendo de este modo el temido proteccionismo.
Ello provoca que se tensionen aún más los mercados crediticios tan dañados por la crisis de confianza, y que los bancos en una actuación excesivamente prudente dejen de suministrar crédito a empresas y familias, trayendo como consecuencia la paralización del crédito hipotecario o de inversión.

Lo que aún está por ver, es el modo en que asumirán las consecuencias de este tipo de políticas protectoras en las economías más endeudadas como Reino Unido o España a causa del endurecimiento del crédito y el deterioro de su riqueza por la fuerte caída en el precio de los activos financieros.

IRENE DE CASTRO MEJUTO.

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