martes, 31 de marzo de 2009

EL PROTECCIONISMO NO ES LA SOLUCIÓN PERO PUEDE AYUDAR.

Desde hace un tiempo se viene exigiendo por parte de la población un mayor apoyo a los productos nacionales frente a la entrada de productos extranjeros y con ello ha surgido de nuevo la idea de la aplicación de políticas proteccionistas por parte del Gobierno. Es comprensible la actitud ciudadana a favor pues son muchos los años que los productores tanto de alimentación como industriales llevan luchando por intentar vencer la dura competencia exterior que poco a poco han ido acabando con sus empresas, desde España se ha seguido produciendo con unos estándares de producción y calidad muy altos que en consecuencia impiden ser competitivos en precios, por el contrario se ha permitido que productos importados aniquilen a los nacionales con sus precios aunque no sean tan competitivos en cuanto a calidad. Lo que es cierto en cuanto a esta dura competencia es que ha hecho que los productores nacionales en los últimos años modernizaran e innovaran en sus industrias pero en relación a los costes, llegados a un nivel de reducción de costes, ya nos es imposible reducir más y eso es contra lo que no se puede luchar sin la ayuda de una política dura contra los productos provenientes de economías en las que el bajo coste se obtiene gracias a salarios injustos y a costa de calidades y productos que bajo buena apariencia esconden su mala o regular condición frente a productos nacionales. Ello unido a que por mucho que intenten últimamente convencernos de que tenemos que cambiar nuestra forma de producir y abandonar los productos en los que no somos competitivos, en mi opinión no es una adecuada política a seguir pues si durante muchos años hemos sido buenos y progresado con un tipo de industria y con una serie de productos, no debemos abandonarlos, sino seguir con ellos hasta demostrar que lo que en realidad importa no es el precio, lo que más importa en realidad es la calidad y la seguridad de la confianza en unos productos que no es que su precio sea excesivo, sino que lo que es injusto y desleal es la competencia en costes aplicada por parte de las importaciones. A modo de conclusión, no pretendo defender la aplicación del proteccionismo en su sentido estricto pero lo que defiendo es que en situaciones tan complicadas como la actual seamos juiciosos en nuestro actuar y elaboremos planes de fomento de la producción y del consumo nacional siempre y cuando la competencia con productos extranjeros no se desarrollen en igualdad de condiciones. Más que protección lo que necesitan nuestros productores es una ayuda o por lo menos que no se intente desde las instituciones el hundirlos.

Miguel A. Gutiérrez Novoa

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