martes, 3 de marzo de 2009

¿REFORMA?

En épocas de crecimiento económico, el sistema de pensiones en Europa, era razonable. Éste se basaba en una edad de jubilación de 65 años y en beneficios fijos sostenibles. Pero los cambios en la estructura económica, familiar y social han derivado en un modelo que ya no es viable en el tiempo.
A cierre de 2008, la seguridad social presentaba un superávit de 14.428 millones de euros, el 1,31% del PIB. En este año 2009 se espera un incremento del gasto en pensiones, pero ¿entraremos en déficit?
El sistema público no será factible a largo plazo, debido a que la evolución demográfica, basada en una pirámide de población invertida de la sociedad española, impedirá que dicho sistema disponga de recursos suficientes. Pero la financiación pública también se vería afectada si se registran altos niveles de desempleo, salarios reales en descenso, bajo ritmo de crecimiento económico y al mismo tiempo un envejecimiento de la población.
Ante este escenario, nos planteamos si menos trabajadores pueden producir la riqueza necesaria para pagar más pensiones. Si se produce una mejora en los mercados de trabajo y más gente se incorpora al mercado laboral, la financiación de las pensiones mejora. Podemos contar también con la población inactiva, que podría incorporarse a trabajar si las expectativas laborales mejorasen. En los últimos años menos trabajadores han producido una riqueza mayor debido a su capacidad para generar beneficios.
Pero en el largo plazo, la sostenibilidad, sólo se logrará con la reforma. Un primer objetivo sería aumentar la edad de jubilación, lo que reduciría el número de pensionistas que reciben prestaciones. El segundo objetivo sería modificar la estructura de las pensiones, a través de una reducción de las pensiones públicas y de darle más importancia a los planes y fondos de pensiones privados. Éstos son instrumentos complementarios a las prestaciones recibidas en el momento de la jubilación.
Los sistemas privados de gestión canalizarían recursos, que invertidos en los mercados favorecerían mayores rendimientos del sistema y resultados globales más satisfactorios, es decir, la privatización orientaría el ahorro hacia inversiones rentables y provocaría ganancias en eficiencia y crecimiento.
Este sistema funciona sobre la base de logar rentabilidad, por lo que debe operar con primas más elevadas que las de un sistema público. La gestión de los recursos es compleja, lo que obliga a mantener altos costes de administración.
Pero un problema visible que presenta es que habrá que ver quien se queda sin nada en le proceso, ya que el sistema público ajusta las prestaciones de manera coordinada e igualitaria.

Begoña Requeijo

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