lunes, 2 de noviembre de 2009

A LA CONTRA

Con la aparición de la crisis se ha extendido en el imaginario social una serie de ideas preconcebidas por las cuales se culpa de la actual situación económica a la avaricia de unos suerte de malvados inversores, los que, movidos por la primera, ésa que rompe el saco, tomaron decisiones de inversión demasiado arriesgadas que a la postre revirtieron en la actual situación económica. Esos mismos avaros se reparten ahora suculentos sobresueldos. Se reclama desde prácticamente todos los sectores una mayor intervención pública:¡No es posible que pase esto!¡La banca no se puede regular sola, tiene que intervenir papá estado!.

Afortunadamente hay islas en medio de ese enorme océano de ideas preconcebidas que llevan la contra, y buscan otras razones q expliquen la situación actual.

En cuanto a la avaricia ( y el egoísmo), esta pobre desdichada de la que en público hasta sus padres reniegan pero en la privacidad casi todos abrazan, está ahí desde que el hombre es hombre. Pero no se escuchaban voces (cuando las cosas iban bien) que la culpasen de la buena marcha económica. Tampoco parece lógico ahora entonces culparla de que las cosas estén como están. Todos conocemos las experiencias socializantes (de construcción de la sociedad desde el Estado) que intentaron la transformación, la refundación de la condición humana: La revolución Cultural Maoísta en China, el nacional-socialismo en Alemania o el socialismo real en la extinguida URSS. Y todos sabemos las consecuencias. Es el marcado y la competencia los que permite aprovechar esas fuerzas egoísta y avaras (al fin el deseo de pasar de una situación peor a otra mejor consideradas subjetivamente, la misma acción humana) para lograr los procesos de creación y transmisión de información y coordinación social, que es al fin, el que permite la vida en sociedad (el disciplinar los comportamientos en función de los demás).

El tema de los sobresueldos nos remite al mundo de las ganancias y las pérdidas. Actúan como premio o castigo a aquellos que prestan servicios (producen bienes) de una forma satisfactoria para el cliente o no satisfactoria. Imaginemos dos profesoras particulares. La primera tiene una habilidad especial. Consigue que sus clientes-alumnos aprueben todas las asignaturas y solo dedicándole una hora al día. La segunda le dedica ocho horas al día, pero aún así solo consigue que aprueben un porcentaje muy pequeños de sus clientes. La primera ha prestado un buen servicio y sus ingresos serán mayores. La segunda será castigada por el mercado, tendrá que cobrar menos e incluso plantearse un cambio de profesión. Los ejecutivos de banca prestan un servicio muy importante y aportan un alto valor añadido. De ellos depende que personas ganen o pierdan mucho dinero. De ahí sus abultados salarios. Corresponde en todo caso a los accionistas del banco opinar sobre los sueldos otorgados a los ejecutivos, no a personas ajenas a la empresa (aunque a posteriori pueden darse cuenta de que sus ejecutivos les han salido pez y no son todo lo buenos que a priori pensaban).

Hasta aquí creo que pocos irían contra este argumento. El problema aparece cuando se añade que a los bancos se les ha inyectado dinero público (en España tampoco sabemos a cuales exactamente ya que el proceso no ha sido transparente). En cuanto en un sector se percibe una ayuda estatal, se pervierten los mecanismos de premio y castigo que representan las pérdidas y ganancias. Los que prestan buenos servicios, los que “hacen las cosas bien” acaban pagando los errores de los que “no lo hacen bien”. No se liquidan los proyectos inviables ahora subvencionados. De cara al futuro se establece el todo vale. No es importante que discipline mucho mi comportamiento, vendrá papa Estado a ayudarme. El sistema se vicia totalmente. Para ilustrar todo esto en el sector financiero tenemos por ejemplo el caso de AIG. Habría quebrado varias veces si no fuera por las ayudas públicas. El estado la consideraba “demasiado grande” para dejarla quebrar. Las quiebras son a veces necesarias para liquidar errores de inversión y depurar responsabilidades. Si se le inyecta liquidez no se produce ni lo uno ni lo otro. Se consolidad los errores de inversión y los ejecutivos no solo no pierden su empleo sino que además se atribuyen altos bonos de productividad a cargo en parte a esa ayudas. Aquí está el problema, no son los sobresueldos en si, sino la intervención pública.

Es la propia intervención pública la que explica la actual situación económica. Sí, ha leído bien. Se habla del excesivo grado de desregulación de los mercados financieros. Estamos ante todo lo contrario. Es, sin duda, uno de los mercados más intervenidos en occidente. Pensemos en las bonitas corbatas con las que asistimos todos los días a clase. Imaginemos que hay un Banco Central de Corbatas que decide a que precio deben venderse las corbatas. No conforme con eso se excluye la posibilidad de producir corbatas a otros agentes y se establecen leyes de curso forzoso de las corbatas producidas por el Banco Central de Corbatas. Esto es un mercado libre!?. No estamos más que ante un caso de la imposibilidad de cálculo económico por parte de una “mente planificadora” en el campo concreto del dinero como demostraron economistas de la talla de Luwing von Mises o F. Hayek. Así, desde mediados de los noventa la Reserva Federal Americana, y en menor medida el Banco Central Europeo, han orquestado una expansión crediticia a tipos de interés artificialmente bajos (por debajo del precio del dinero en un mercado libre en función de la preferencia temporal), con lo que se han iniciado por parte de los empresarios proyectos de inversión inviables alargando demasiado la estructura productiva, creándose burbujas en aquellos sectores más intensivos en uso de capital. Estamos ahora en la fase de liquidación de errores de inversión, ajuste necesario e inevitable.

PD: Como habrán podido comprobar la posición mantenida en el artículo es muy crítica con las ayudas estatales a los bancos. Mas para ser honesto he de admitir que en el caso de que fuese uno de esos ejecutivos no dudaría en solicitarlas, en tratar de demostrar su necesidad y bondad. Paradojas de la vida.


José Manuel Leis Méndez

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