miércoles, 28 de enero de 2009

¡Cuanto moroso!

Si nos vamos a tomar un café al típico local de ambiente podemos llegar a escuchar conversaciones donde el palabro "moroso" suele a salir a relucir en conversaciones con una gran facilidad.
Nos estamos acostumbrando a escuchar a diario (en estos tiempo que corren) que la tasa de morosidad bancaria esta en auge y que los banco deben aprovisionar.
Todo esto acarrea unos costes para las entidades que podríamos enumerar:
· Cómo ya he dicho, estos préstamos no cobrados se deben aprovisionar, suponiendo un mayor gasto para las entidades, y afectando a la cuenta de resultados y sus posibilidades futuras de inversión.
· Otro efecto sería que además de no recuperar el montante de la operación se dejarían de percibir los intereses que le correspondería. Debido a que las entidades no son hermanitas de la caridad, el margen de beneficio esperado por la concesión de préstamos se vería reducido, ajustando más aun sus ínfimos beneficios (diferencia entre el coste de prestar y su contrapartida).
· En la situación actual en la que nos hayamos, además de reducirse el beneficio, los recursos de los que dispone la empresa se verán orientados a la recuperación de los créditos no cobrados, por lo tanto se produce una canalización de los comerciales de la empresa en perseguir a morosos.
· El desplome de la construcción y con ello la generación de hipotecas producirá una drástica reducción de ingresos en este sector.
· Si se eleva la tasa de morosidad en la entidad provocará un encarecimiento del coste de financiación en los mercados, una elevación de los costes de las entidades.
En fin, se podría decir que la morosidad produce un desgaste continuo en el negocio, reduciendo su capacidad de movimiento ante situaciones de crisis, más bien empeorando su flexibilidad.

Manuel R. García Barreiro

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