martes, 30 de diciembre de 2008

AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS CON LA CESTA POR LAS NUBES

La deflación es, por definición, la caída generalizada de precios de bienes y servicios del conjunto de la economía, desde luego, un primer análisis del concepto no puede más que arrojar, más aún si tenemos en cuenta primero el período crítico en el que nos encontramos y, segundo que aquella se entiende como el fenómeno opuesto a la inflación, una idea positiva, que podemos resumir con la teoría del economista de los años `30, Arthur Cecil Pigou “para un nivel dado de de masa monetaria, la caída de precios aumenta los saldos monetarios reales, los cuales forman parte de la riqueza de las familias, y por tanto, estimulan el consumo”. Sin embargo ya en la propia definición que da la RAE de este fenómeno advierte que este descenso es debido generalmente a una fase de depresión.
El proceso desinflacionista es simple, una cíclica sucesión de imponderables que se basa en la suma de obviedad tras obviedad, léase, en períodos de bajo crecimiento económico se produce una bajada del consumo; los comerciantes se ven avocados a bajar los precios intentando paliar ésta y de este modo poder cubrir costes; el consumidor, por el contrario, retrasa el gasto con la esperanza de que continúe la caída de precios; esta nueva disminución de los ingresos de las empresas provoca una irremediable reducción de sus costes salariales, aumento de los despidos y retraso en los planes de inversión; desempleo, para España se empiezan a oír cifras cercanas a los 4 millones de parados; incertidumbre, reducción del gasto, presionando más aún la bajada de precios; aumento de los impagos; restricción del crédito; nueva bajada en el nivel general de precios; quiebras en el sector empresarial; tendencia a 0 del valor del dinero; finalmente la economía se derrumba, dado que la industria no encuentra salida a sus productos, obteniendo sólo pérdidas.
Los casos más claros y graves que se han dado de este fenómeno perverso han sido la Gran Depresión de los años `30 en EE.UU con una reducción del IPC de un 24% en menos de 4 años y Japón en los `90, donde el precio del dinero llego a estar en el 0%.
En España comienzan a mostrarse con claridad meridiana los síntomas de una, si no se toman las medidas adecuadas, futura deflación, a seguir, el adelanto del periodo de rebajas al día 2 de enero, la infinidad de “saldos” o promociones previas, los 8 mil nuevos parados en Vigo provenientes de Citroën, el escuálido mercado interbancario y la reducción de créditos a las empresas, Martinsa Fadesa…
Las soluciones para reactivar la economía en estos procesos se encuentran (i) disminuir los tipos de interés y aportar fondos a las entidades financieras para fomentar el crédito a familias y empresas, (ii) aquella que defiende la teoría keynesiana, incrementar el gasto público para paliar el déficit de gasto de las familias y empresas privadas, política seguida por Franklin Delano Roosevelt que permitió superar la crisis de los `30. La suma de estas dos propuestas se presenta como el cortafuegos para el fantasma que sólo desaparece logrando aumentar el consumo. También se podría hablar de la reducción de impuestos, sin embargo y dada la necesidad de gasto público, que incluso hace necesario, como en el caso de España, emitir deuda pública no parece más que una medida política propagandística.
Un reciente informe del Banco Santander pronostica que en el 2009 la inflación puede caer por debajo del 1%. De hecho en el mes de octubre se registró la mayor caída de precios en EE.UU. desde 1932, un 1,7% mensual. En este panorama y dadas las fechas en las que nos encontramos no puedo otra cosa más que recordar a George Horace Lorimer “Es bonito tener dinero y cosas que puede comprar el dinero, pero también es bonito tener cosas que el dinero no puede comprar”, a lo que yo, humildemente añado, FELICES FIESTAS Y PRÓSPERO 2009.

JOSÉ RAMÓN BAÑA

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