lunes, 29 de diciembre de 2008

CALDO QUEREIS?

Que tiempos tan difíciles estamos viviendo. Debíamos sentirnos orgullosos de estar viviendo uno de los momentos históricos de la economía mundial y lo que deseamos es despertar de esta pesadilla y volver al dulce y placentero sueño del que disfrutamos en la última década. Era todo demasiado bonito para ser verdad.
Ahora surge el miedo cuando nos dicen que de seguir así entraremos en una situación de deflación. ¿Paradójico? No hace tanto nos quejábamos de la inflación y ahora que sufrimos una desinflación y con posibilidades de entrar en deflación todavía estamos más preocupados ( y no es para menos). Si nos paramos a pensar en las consecuencias de la deflación, lo de quejarse de la inflación que sufríamos era simplemente rutina del buen español de quejarse por todo. Surgen voces diciéndonos esa frase: CALDO QUEREIS? AQUÍ TENEIS, CIEN TAZAS.
Nos intentan hacer ver un panorama futuro del todo catastrofista; que vendrá el jinete de la Apocalipsis montado en un caballo llamado Deflación y que todo irá a peor.
Pero… ¿qué es la deflación? ¿Qué nos puede suceder si hay deflación?
La deflación se produce cuando las tasas de la variación de los precios se vuelven negativas.
La entrada en deflación traería consecuencias desastrosas para la actividad económica al formarse un efecto dominó (de efectos negativos). Entre éstos, se destacaría un gran incremento en el desempleo. Las empresas sufren la reducción de los precios con una caída en los ingresos, que no pueden compensar con un descenso de los costes. Por tanto, los márgenes empresariales son menores y para solventar la situación recurren a una disminución en la inversión. El otro remedio es el de siempre: recortes de las plantillas para reducir la masa salarial. Y de aquí arranca el círculo infernal con el descenso en la demanda, lo que perjudica las ventas de las empresas y aumenta sus pérdidas. Para terminar de estropearlo, todos, consumidores y empresarios, a la vista de la situación, deciden dejar para más adelante sus compras e inversiones con la esperanza de encontrarlas más baratas. A partir de aquí todo va cuesta abajo: caída de salarios, de empleos, en el consumo, en el crecimiento y, de nuevo, caída en el nivel de precios.
Después de tosas estas consecuencias, ¿hay alguien que desee deflación? Esperemos que todo vaya recobrando su rumbo, que la confianza (aunque no en exceso) se apodere de los mercados y que todo vuelva a la normalidad.
DAVID MÉNDEZ

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