lunes, 1 de diciembre de 2008

El Camino está andado

Al igual que en 1944, las principales potencias económicas del mundo se reunieron para darle un nuevo aspecto al entramado financiero internacional.En esta ocasión, Washington fue sede de un encuentro de 20 países (el G-20) en el que a diferencia de hace casi 60 años, los países pobres tendrán la sartén por el mango. Ante la crisis financiera internacional que se originó en Estados Unidos y que se propago casi de inmediato a Europa, las economías emergentes reclaman una mayor presencia en los foros donde se toman las principales decisiones sobre temas económicos.Sus quejas no solo han sido escuchadas, sino que los mismos países ricos han abogado para que los emergentes tengan un lugar preponderante en este tipo de encuentros. Una vez concluida la cumbre de líderes del G-20, la primera de este tipo celebrada nunca entre países desarrollados y emergentes, la pelota está desde hoy en el tejado de los Gobiernos, que tienen de plazo hasta el 31 de marzo para diseñar sus reformas internas. La declaración final de la cumbre deja claro que cada país tiene la responsabilidad de reforzar sus sistemas de supervisión y de regulación, así como de potenciar la coordinación con el resto.

No es una tarea fácil, pues en el corto plazo hay una tarea más urgente, la de hacer frente a una crisis que ya ha anulado el crecimiento económico de EEUU y que también ha provocado la contracción de la eurozona por primera vez desde que se implantó la moneda única.

La receta que se ha dado en la cumbre son las mismas medidas fiscales y monetarias que ya están aplicando algunos países. Se trata básicamente de bajadas de tipos, como las que se han producido en los cinco continentes, y también planes de estímulos fiscal, con bajadas y devoluciones de impuestos.

Con la determinación de poner todo el dinero que sea necesario, existe la confianza de que la reactivación económica alcanzará también a los países emergentes, que en esta crisis se han visto contagiados por los males de los países más desarrollados.

Todos los analistas coinciden en que el gran logro de esta cumbre ha sido reconocer el peso de las naciones emergentes que, con China, India y Rusia a la cabeza, tienen en sus manos el poder del crecimiento mundial.

Factores como la deficiente valoración de los activos de los bancos, unas prácticas de riesgo elevadas, y el surgimiento de productos muy sofisticados y poco regulados.

Por ello, la principal medida que se impulsará tras la cumbre del G-20, y que debe ser desarrollada por los Gobiernos, es la de reformar sus sistemas financieros, para que haya una mayor supervisión de los agentes que operan en los mercados.

Especial atención hay que prestar a los balances de los bancos, para que los activos de riesgo no tengan un peso excesivo, y a las remuneraciones de sus directivos, a los que se quiere poner límite.

La próxima cumbre del G-20, el 2 de abril.
FRANCISCO PARDO

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