lunes, 29 de diciembre de 2008

DEFLACION

En poco tiempo hemos presenciado una desaceleración, una inflación desbocada y una especie de estanflación coyuntural. Se ha pasado del todo a la nada sin que casi nadie se diese cuenta de que estaba pasando delante de nuestros ojos.
Curiosamente uno de los estados más difíciles de tratar en economía ha entrado sin que se le diese mayor importancia. Los precios se estancan a la vez que la economía. Lo fundamentales de la deflación son muy serios. En lugar de ver una moderación de precios y que el consumo se reactive por dicho motivo, se vive la inquietante recesión deflacionaria de los activos. Un tipo de caída de precios moderna que no afecta tanto al IPC como al precio de los valores. Lo que se espera es que se actúe antes de que alcance al IPC. Hay que ser conscientes del problema que la presente situación puede suponer. Luchar contra un territorio en deflación es muy complejo. Japón lo vivió en los noventa y ya se vio como lo pasaron.
Quizás fuesen las mismas actuaciones contra la inflación las que hayan desatado la deflación. El Banco Central Europeo mantenía tipos altos cuando todo el mundo le pedía que los bajase. El motivo era no exponernos a la deflación en un entorno dónde estábamos con un potencial muy bajo. Pero en dicha política sufrieron un grave desacierto. Se confundió una burbuja petrolera con la inflación y creyó que los salarios afectaban directamente sobre el precio de las cosas. Ese cálculo estratégico fue una chapuza y en los próximos meses se van a vivir sus consecuencias.
La inflación se aleja. Ya estamos en recesión y sin liquidez, sin confianza, con un enorme apalancamiento y con riesgos de ser insolventes en la mayoría de compañías y de algunos Estados. El consumo cayendo y el paro aumentando nos conducen sigilosamente hacía esa devaluación global de los activos. La verdad es que asusta. La deflación fue la antesala en los Estados Unidos de la Gran Depresión.
Una crisis deflacionaria es realmente negativa. Es la peor de las crisis y atiende a los patrones de una crisis sistémica como la que se puede divisar por el horizonte. La deflación convierte en profunda cualquier crisis ajustando el nivel de ocupación de una manera brutal y siendo muy agresiva con la contracción del consumo y la liquidez.
El problema es que se lo lleva todo consigo y retrasa la recuperación en gran medida. La caída de las materias primas, el petróleo, los activos inmobiliarios y un precio del dinero a la baja avivan el fuego. Y otro problema es que en muchos casos no se incluye la valoración de bienes inmuebles en las revisiones de índices de precios. En concreto España será uno de los países donde la deflación se cebará de un modo más evidente por culpa de esa burbuja inmobiliaria tan intensa que ha reventado.
El estancamiento económico ayuda a pensar que vivimos en recesión. Cae el valor de los pisos y el de las acciones en bolsa. El efecto pobreza se está trasladando a las ganas de consumir. La deflación de activos es una enfermedad muy difícil de combatir. Nos empobrece en general y refleja que no hay dinero y que el mundo es mucho más pobre de lo que cree. El retraso en el consumo es una de las consecuencias. Nadie compra algo que puede ser que esté más barato en breve. Una fase deflacionaria impide la tasación de activos al alza, tan necesaria para obtener crédito. Sin crédito no hay liquidez. Sin liquidez no hay consumo, sin consumo no hay demanda y sin demanda hay paro. Es un pez que se devora la cola.
Las soluciones pasan por revisar los activos, controlar los tipos, no actuar impulsivamente y ganar liquidez. El agujero ya está hecho, taparlo va a costar y las consecuencias son imprevisibles, por lo que de momento mejor inundar el mercado de dinero aunque parezca un absurdo.
ÓSCAR ANTÓN GALANTE

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