lunes, 1 de diciembre de 2008

Declaración de intenciones

Una vez puestas las primeras tiritas al sistema financiero mediante los numerosos rescates bancarios que durante los pasados meses llenaron las páginas de los periódicos, llega el momento de buscar alternativas y soluciones estructurales y no sólo actuaciones impulsivas que pueden no conducir a nada.
Del mismo modo que lideró el plan de recapitalización de la banca en el Reino Unido, Gordon Brown es el primero en proponer reformas en la regulación financiera internacional para evitar volver a caer en los errores que condujeron a la crisis. El primer ministro británico propone una serie de medidas cuyo fin es el establecimiento de un orden financiero que asegure confianza en el sistema y en el que se aprecien mecanismos que puedan regular el movimiento global de los capitales.
La primera de estas medidas es la dotación de mayor transparencia al sistema, con mayores exigencias de información a las entidades financieras, un sistema de contabilización de activos más claro y supervisiones en el mercado de los derivados, que permiten a los inversores reducir el riesgo de crédito con las entidades. La segunda medida es la dotación al sistema de mayor integridad, supervisando a las agencias de rating y fijando sistemas de remuneración de los directivos basados en la creación de valor a largo plazo. La tercera propuesta es la exigencia de capacidad y experiencia de los ejecutivos. El cuarto punto sería definir una nueva regulación bancaria que defina la liquidez y solvencia que deben tener las entidades financieras, con métodos para impedir la formación de burbujas financieras. Por último es necesaria la cooperación internacional para que la nueva regulación funcione.
En el marco de esta cooperación internacional y entendimiento común se reunieron las principales economías en Washington para celebrar la Cumbre del G-20.
La cumbre aprobó por unanimidad una serie de acuerdos que no difieren mucho de los propuestos previamente por el primer ministro británico. Búsqueda de integridad, transparencia, regulación, uso de medidas fiscales para estimular de forma rápida la demanda interna, ayuda en la financiación a las economías emergentes y en desarrollo…
En resumidas cuentas, acuerdos y compromisos que no dejan de ser una mera declaración de intenciones, especialmente al comprobar que muchos de estas supuestas soluciones aparecen en cada una de las cumbres, reuniones, o congresos internacionales y se vuelve a caer una vez tras otra en los mismos errores.

PEDRO VIDAL

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