miércoles, 31 de diciembre de 2008

La borrasca deflacionaria

A principios de los noventa las calles de Japón, se llenaron de tiendas de todo a 100 yenes (todo a un euro). Los japoneses regresaron a su austeridad tradicional y se lanzaron a comprar productos baratos. La caída general de precios que asoló la economía nipona desde principios de la década pasada, de la que sólo recientemente ha levantado cabeza, introdujo a este país asiático en un círculo vicioso. Sus ciudadanos reducían el consumo por la expectativa de que los precios bajaran más, con lo que echaban más leña a la recesión, lo que avivaba aún más el proceso deflacionario. Un hoyo del que es muy difícil escapar.
Hay analistas que avisan de que algo similar podría acontecer en los países occidentales: "Creemos que el siguiente asunto macroeconómico más importante es la deflación. El índice de precios al consumo superó el 5% el pasado verano, pero desde que la economía real ha entrado en recesión, los precios han entrado en una senda deflacionaria. Es sólo una cuestión de tiempo que veamos tasas negativas de IPC", (informe del banco Merrill Lynch).
Es verdad que los precios de EE UU, y quizá de algunos países europeos, pueden registrar caídas el año próximo, sin embargo, los expertos consultados quitan hierro a la situación al aclarar que sería totalmente distinta de la japonesa. "En este caso se explica sólo por la caída del precio del petróleo, que en un año puede descender entre el 50% y el 75%. El precio de los servicios no va a caer por mucho que descienda la demanda, porque no hay competencia exterior. La economía española es totalmente diferente de la nipona de los noventa. Yo creo que es casi imposible un escenario a la japonesa" (Ángel Laborda, director de coyuntura de Funcas).
El presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, apuntó que "No debemos confundir la desinflación con la deflación. El objetivo que tiene el BCE de inflación, del 2%, está precisamente para hacer frente a la amenaza de la deflación”.
Una inflación alta es muy dañina para la economía, pero la deflación puede ser todavía mucho peor. El IPC no es la herramienta adecuada para calibrar si entramos en una recesión o no, ya que es muy sensible a las variaciones de los precios de los combustibles y de las materias primas. Es increíble la marea de datos que han ido chorreando las economías occidentales las últimas semanas, ya que todos van en la misma dirección: el aumento de los precios se desacelera:
- En EE UU, la inflación cedió el pasado mes 1,2 puntos, la mayor caída registrada desde 1947, fijándose en un 3,7%. Además, los bonos que siguen la evolución de la inflación en EE UU ya descuentan que las caídas de precios se van a producir.
- Japón, que llevaba 14 años con tasas por debajo de cero y que consiguió abandonar la temida deflación el año pasado, corre el riesgo de volver a caer en sus fauces. Después de que Japón alcanzara la cima de su inflación el pasado mes de julio, puede traspasar el suelo de cero el próximo año.
- En Europa, países como Reino Unido e Irlanda han registrado fuertes caídas en sus tasas de inflación. España, que el pasado julio andaba escandalizada por un aumento vertiginoso de los precios, del 5,3%, ha visto cómo en octubre el incremento interanual se quedó en un discreto 3,6%, como siempre por encima del nivel europeo y más sensible a las variaciones del petróleo que otras economías.
Consecuencias
Uno de los principales problemas de este escenario sería el aumento de los salarios reales que provocaría la caída general de precios. Esto tiraría a la baja los beneficios de las empresas, lo que aumentaría el desempleo. Al no haber más precedentes que el caso japonés, no están muy estudiados cuáles serían sus efectos sobre la economía real. Una de las cosas que sí se saben es que es muy difícil salir de esta situación, ya que la deflación y la recesión se retroalimentan.
Posibles soluciones
El tratamiento contra este fenómeno está aplicándose desde hace algunas semanas de forma gradual, pero sin pausa. Las inyecciones de liquidez al sistema financiero, las bajadas de tipos de interés y los estímulos fiscales pueden salvar a algunas economías de entrar en ese proceso de caídas continuadas en los precios. Es el momento de actuar. Los salarios reales comenzarán a ganar poder adquisitivo, los costes financieros descenderán y, en definitiva, se puede liberar renta para incrementar el ahorro y detener la caída del consumo. Ahora sólo nos queda esperar y ver si estas medidas son suficientes.
CATARINA YÁÑEZ CHAMOSA

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