miércoles, 10 de junio de 2009

Cambio de rumbo

Durante años y años estuvimos acostumbrados a vivir por encima de nuestras posibilidades. Conseguir el primer trabajo medianamente estable y que éste nos trajera consigo un préstamo hipotecario con el que pagar casa y coche era casi algo normal. Las garantías que se pedían en ese momento eran cuanto menos escasas. En un momento de auge como el que estábamos viviendo, lo que menos importaba era casi el pensar en devolver el capital más los intereses. Mientras el prestatario se preocupaba por un tipo de interés bajo a corto plazo, sin pensar en las revisiones anuales referenciadas a Euribor (no como hace décadas, que este tipo de préstamos eran a un tipo fijo con el cual se sabía a ciencia cierta cuánto pagar cada mes) y simplemente inquietándose por un escaso corto plazo, el prestamista se preocupaba de ganar su cuota de mercado. La concesión de préstamos a largo plazo fideliza al cliente, lo hace permanente y para toda la vida. Además de domiciliar la nómina, recibos y cierto tipo de seguros (bien sea de vida, amortización préstamos, desempleo, hogar, automóvil…) se intenta atraer a demás familiares o gente cercana, utilizándolos como garantías por venta cruzada.


Hoy en día con la situación actual y el gran aumento de la morosidad, las entidades se toman más en serio la gestión de riesgos. El crédito está más restringido y se piden más garantías a los prestatarios. Aunque la venta cruzada y la fidelización de los clientes continúa por el mismo camino, las entidades son mucho más cautas, con mayor interés en la gestión de su pasivo que de su activo, tratando de captar el mayor número de depósitos con los que poder asegurar una buena posición competitiva en el mercado.


Francisco Pardo Ferreiro

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