jueves, 4 de junio de 2009

DEL DÍA A LA NOCHE

La terrible situación actual inmobiliaria no responde más que al margen de posibles erróneas políticas económicas gubernamentales –ya sea de anteriores gobiernos o del actual, no importa- y a una sobreconfianza de las entidades de crédito a la hora de la concesión de hipotecas y préstamos, confiando en una etapa de bonanza monetaria de la que gozamos durante casi una década.

La concesión de las hipotecas durante los años anteriores alegremente por los Bancos cegados por un período de alza de la economía, ha provocado que cuando la crisis es más fuerte que una ilusión, los deudores no puedan hacer frente al pago, echándose las manos a la cabeza y comenzando aún más problemas.
Pero ello sucede en gran medida porque las entidades financieras concedían créditos a personas que, en cualquier otro momento se lo habrían negado. Francamente, el solicitar una hipoteca para la compra de una vivienda y de paso –porque era así- utilizar parte de ese préstamo en la compra de un coche de lujo, no es asumir la realidad de cada uno, es que ya no se trata de imprudencia, sino de una ambición desmesurada por vivir por encima de las posibilidades de cada uno, y que las entidades financieras continuasen facilitando el mantener ese exagerado tren de vida, tiene delito.
De igual modo, admitían hipotecas por unas cuantías exorbitadas y a un número de años demencial, insalvables para un trabajador corriente, lo que hace que parezca que sucederá lo mismo que en Japón, donde las hipotecas del padre las pagan los nietos o más allá. Y, el colmo es que el Gobierno para “aliviar la situación de ahogo” a los españoles de a pié, inyecte dinero en los Bancos, en principio para paliar un poco las enormes pérdidas de éstos concediendo préstamos y que no ejecutan sobre los ciudadanos, pero en realidad, en algunos casos, aunque pocos, ¡han repartido esas inyecciones entre los accionistas!, con lo que parece evidenciar que esos bancos buscan su propio interés, no el del cliente.

Los Juzgados se están desbordando con la cantidad de ejecuciones hipotecarias, con embargos y subastas, por el impago de los créditos concedidos. Es lamentable y deprimente ver familias en la calle, o peor aún, en viviendo en sus coche por no poder hacer frente a las hipotecas que, a lo mejor, llevan pagando años, porque, como está pasando, todos los miembros del núcleo familiar o quien trae el dinero a casa, forma parte de la infinita cola del paro.

Sin embargo, pese al oscuro horizonte que podemos divisar, hay medidas gubernamentales de dilación del pago de las hipotecas durante un tiempo a la persona que está en paro (desconozco si ya existen). En todo caso, si ya los Bancos renegocian las cuotas con el deudor al no interesarles el lanzamiento de la vivienda de éstos y preferir que sigan pagando aunque sea poco.

Pero lo que resulta indignante es el tamaño de la burbuja del sector inmobiliario, que creció de tal modo que el valor de una vivienda mediocre- por no describirla de otro modo- se haya inflado de tal modo durante los últimos años, que hoy un individuo tenga que continuar pagando por ella un precio abusivo y, la misma casa se esté vendiendo por un precio muy inferior hoy día.
Esta burbuja fue creada, entre otros factores, por un defecto patente de la economía en España: asentar nuestro PIB en dos factores, el turismo y la construcción. El primero ya está yéndose, mientras que el segundo toca fondo. Se han arrasado grandes fortunas con el ladrillo, pero hoy en día miles de familias lo pasan realmente mal a consecuencia de ello.

Por otra parte, tampoco los Bancos se salvan: eran dueños de cientos de pisos en las ciudades, conservados vacíos y sin alquiler, para que las ofertas de pisos no subiese, no así la demanda, (parece que en España no se alquila jamás) pero sí el precio.
Es simple, si hay 100 pisos, se retienen 80 y hay 80 personas que reclaman, se debe construir más y elevar el precio de los ya existentes.

En España debería haber, como en Inglaterra, un plan para facilitar el alquiler, con ayudas y subvenciones estatales (las hay, pero a nivel autonómico y creo que hasta cierta edad), y lograr transformar a estos vendedores la obsesión de la compra en alquiler, haciendo más atrayente tal posibilidad al más rentable económicamente.

IRENE DE CASTRO MEJUTO

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